Así lo recordó Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, Obispo de la Diócesis de Cúcuta, el Jueves Santo, en la celebración de la Misa Vespertina de la Cena del Señor, con la cual la Iglesia comienza el sagrado Triduo Pascual y evoca aquella Última Cena, en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre por la salvación de todos.
Con la participación de fieles, religiosos, religiosas, seminaristas, movimientos apostólicos en la Catedral san José, la celebración se constituyó en la oportunidad para reconocer la grandeza del amor de Dios, que en la Última Cena nos deja su testamento de amor y caridad por todos. En la Cena Jesús anticipa el misterio de su entrega en la Cruz.
Monseñor Víctor Manuel insistió en la necesidad que tenemos todos de lavar los pies a los hermanos, colocándonos al servicio de los más pobres y necesitados como lo hizo Jesús, que se entregó como pan, alimento para servir a la humanidad, resaltando el trabajo que hace la Diócesis a través de la Casa de Paso “Divina Providencia”, gracias a la generosidad de muchos con los humanos venezolanos en la frontera.
De otra parte, el prelado invitó a defender la vida humana en medio de tantos atropellos que se viven a diario, “La vida humana es sagrada. No más muerte. No más violencia. El cristiano sirve a la vida”, insistió, a su vez que hizo un llamado a revisar qué hacen las autoridades para ayudar a los pobres, qué hacen para evitar tantos muertos en la ciudad, “Hoy tenemos que levantar la voz para rechazar todo lo que atente contra la vida humana”, precisó Monseñor.
Finalmente Monseñor hizo un llamado a orar por las vocaciones, ante la gran necesidad de la frontera, Cúcuta necesita abundantes vocaciones santas, fruto de la oración y de una experiencia de encuentro con Jesucristo en su Escuela.