La publicación de esta Encíclica del Papa Francisco es una gran oportunidad para entrar en el importante magisterio pontificio, después de la Encíclica Lumen Fidei (29 de junio de 2013), la Encíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015) y ahora Fratelli tutti, del 3 de octubre 2020.
Una Encíclica publicada en un momento epocal de la historia humana, seguramente no el primer momento de una gran crisis sanitaria, que el mundo ha vivido en otros momentos, pero este en tiempo de globalización comunicacional. Y en tiempos de globalización, comunicación y desplazamiento de los hombres en el mundo.
Por segunda vez, el Papa Francisco, como Obispo de Roma, hace uso de los escritos de San Francisco de Asís, donde el título de su Encíclica propone como el pobre de Asís, una vida de hermandad, fundada sobre el amor entre los hombres. Un lenguaje bien preciso del Papa Francisco: transmitir “el sabor a Evangelio” (n. 1).
Un magisterio que repite muchas de sus enseñanzas desde que ha recibido el ministerio de ser Sucesor de Pedro, en la Sede de Roma. Es una Encíclica que quiere centrarse en dos temas desde el título, la fraternidad y el amor social.
Uno de los grandes temas que allí se presentan para nuestra reflexión son los caminos concretos para construir un mundo más justo y fraterno, en las relaciones que se establecen entre los hombres. El Papa entra en profundidad y detenimiento en los procesos sociales que hoy nos afectan, que tocan al hombre concreto de nuestro tiempo, con el lenguaje simple para que sea comprendido por todos. Una palabra que quiere llegar a todos, en la vida diaria -para el hombre común-, para la vida social y de relaciones entre los hombres, en las relaciones de la política y en las instituciones sociales que nos rodean.
El Papa Francisco nos trasmite una clara enseñanza de cuanto tenemos que vivir como seguidores de Jesucristo, con el sabor del Evangelio, algo que él ha hecho con grandes gestos que quedarán marcados en la historia, como el abrazo a un enfermo deforme y lleno de heridas en la Plaza de San Pedro, como el beso de los pies, de las facciones en lucha en Sudán, como el abrazo con hermanos musulmanes o hebreos, en búsqueda de la paz. Es la presentación de una forma de vida, con sabor a Evangelio.
Es una propuesta para una sociedad fraterna que fundamentada sobre los valores del Evangelio es válida para la humanidad entera.
“Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos»” (#277).
Una mirada a la Doctrina Social de la Iglesia y la Fraternidad: La Encíclica, es presentada por el Papa como parte de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
“Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia «provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)» [168]. Esto supone reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» [169]. Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas»” (#181).
Recordemos todo el desarrollo que tuvo el concepto de “caridad política” en el venerable siervo de Dios Pío XII, y en la enseñanza de San Pablo VI.
El Papa León XIII abrió en el final del siglo XIX un gran espacio para difundir y presentar la llamada Doctrina Social de la Iglesia, un gran cuerpo de enseñanzas y doctrinas que nos dan los principios acerca de la comprensión del entorno social en el cual vive el hombre. El Evangelio de Cristo, tiene unas connotaciones precisas y claras en los comportamientos sociales, en el medio humano en el cual se desarrolla la actividad humana. A lo largo de los decenios el Magisterio, la enseñanza de la Iglesia, especialmente de los Papas ha contribuido paso a paso, parte después de parte a todo este gran patrimonio, después de la Encíclica ‘Rerum novarum’.
Las distintas realidades humanas y crisis sociales han sido iluminadas desde el Evangelio de Cristo y desde la reflexión moral de la Iglesia. El final de ese siglo XIX, el siglo XX y lo que va de este siglo XXI han presentado al hombre situaciones muy concretas: la gran cuestión social, las guerras mundiales, el fascismo, el comunismo, el modernismo, el marxismo, el relativismo moral y filosófico, la secularización, las falsas interpretaciones de la economía a las cuales la DSI ha tenido que responder. Estos temas llegan hasta nuestros días, con las grandes crisis ocasionadas por el irrespeto a la vida humana (aborto del no nacido y eutanasia), la movilidad humana, las guerras nacionales y conflictos en el mundo, la gran crisis del medio ambiente y del cambio climático. A todas estas realidades responde con propuestas concretas a interrogantes de la humanidad entera: cada respuesta se da desde la fe y desde la reflexión sobre la Palabra de Dios.
En un momento de particular dificultad de la humanidad, por fenómenos sociales complejos, la radicalización de las ideas religiosas, fanatismo, guerras que tienen un fondo de confrontación socio-religiosa, relativismo moral y filosófico, economicismo que es un de las grandes realidades sociales del siglo XX, donde se pone la economía y las relaciones económicas sobre la persona humana, el Papa Francisco, nos hace este regalo de enseñanzas que tienen gran valor y actualidad, especialmente en el momento de la pandemia. En los números 6 y 7 pone de relieve, cómo es imposible atender a las distintas fragmentaciones de la humanidad y sus retos: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos» [6]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.” (#7).
En la Doctrina Social de la Iglesia hay una propuesta concreta para presentar un ideal social fundado sobre el Evangelio. Es una opción para poner la caridad de Cristo al centro de la vida de la humanidad. Toda esta doctrina quiere resolver la tensión entre la realidad social y el ideal de la fe. En esta propuesta de la DSI, el hombre en su vida y su realidad es el horizonte fundamental de la propuesta, todo con el presupuesto del Evangelio y de la salvación del alma, con una mirada trascendente. Toda la propuesta está basada en la dignidad de la persona humana, que es inviolable y que está fundamentada en el plan creador de Dios. Particular atención se presta a la base de las relaciones que se establece entre los hombres. “Un ideal de fraternidad universal” (#173) haciendo referencia al papel y función de las Naciones Unidas. De los grandes problemas sociales creados por las equivocadas relaciones entre los hombres, en base al trabajo y a la economía, a los grandes conflictos sociales de la industrialización, pasando por las grandes crisis del exterminio de más de 150 millones de hombres y mujeres en las guerras mundiales. Estas situaciones nos llevan al hoy, con millones de personas que son obligadas a emigrar (Capítulo sexto), a las graves condiciones de la destrucción de la naturaleza (“las lágrimas de la naturaleza” #34) , del grave fenómeno de la contaminación, del cambio climático ( “destrucción del medio ambiente” #17), del gran abuso de la ciencia y de sus capacidades con una investigación desordenada y abusiva en la genética, nos recuerda los valores y horizontes de la ciencia humana, del conocimiento. Vemos una destrucción sistemática de la vida humana con el aborto y la eutanasia que ha sido claramente denunciada en el magisterio pontificio de los últimos decenios. El descarte de la vida humana, de los bienes de la naturaleza, ocasionado por la economía (#18-21).
La Doctrina Social de la Iglesia se enfrenta a los grandes fenómenos de la desigualdad social, a una gran división entre el primer y el tercer mundo, entre el norte y sur de la tierra y el resto de los pueblos y naciones, denunciando también la desigualdad de oportunidades que existe para algunos en los países ricos. En el desarrollo de la Encíclica entra en las situaciones estructurales del mundo, en la desigualdad de mundo (#116-117).
Algunos elementos son centrales en la Reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia y que nos deben servir para el análisis y el aprendizaje de esta enseñanza de la Madre Iglesia.
Continuaremos en los próximos días reflexionando sobre esta Encíclica con los lectores de LA VERDAD. Mientras tanto, procuremos entrar en toda la riqueza de estas enseñanzas.
¡Alabado sea Jesucristo!