Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid

Con estas palabras nos propone el Papa Francisco el motivo de nuestras oraciones para la 55° Jornada de Oración por las Vocaciones.

El tema de las vocaciones al sacerdocio es muy importante para nuestras comunidades. Ellas necesitan de los sacerdotes que presiden, celebran, evangelizan a nuestras comunidades. Sobre su ministerio -servicio generoso y fiel- se construye la comunidad de fieles.

El crecimiento de nuestra comunidad en fieles es muy grande. Hay una sed grande de vocaciones. Necesitamos pastores según el corazón de Dios que puedan alimentar la fe y la esperanza de muchas comunidades, que puedan llevar la buena nueva del Evangelio a los confines de la tierra y a las distintas y dramáticas realidades en las que hay urgencia de palabras de esperanza y de vida. Venimos haciendo un gran esfuerzo en la Diócesis de Cúcuta para animar y fortalecer las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Entremos en cuanto nos pide el Papa Francisco:

Escuchar

Para que se dé la llamada de Dios es preciso escuchar. Ya la Sagrada Escritura nos propone el ejemplo de niños, jóvenes e incluso adultos que se hicieron profetas y guías del Pueblo Santo. Ellos escucharon la voz de Dios que les mostraba siempre dos realidades: su condición de elegidos que los hacía destinatarios de una llamada, su condición de enviados que se destinaban a misiones específicas en favor de los demás.

Dios nos pide hoy que aprendamos a escuchar su voz. Bellamente lo dice un texto de la Liturgia de las Horas: “ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde”, porque Dios nos sigue hablando hoy en la Iglesia, maestra y discípula, en la realidad que nos pide ver la historia humana como un grito de dolor que espera la voz de un amigo de Dios que consuele, que exhorte, que corrija, pero sobre todo, que ame.

Por eso pido que escuchemos. De modo especial les pido a los jóvenes y a los niños que abran su corazón para que el Señor les hable, para que sepan distinguir la voz segura de Dios de las voces confusas del mundo. Para escuchar es necesario hacer silencio, frente a muchas voces que el mundo de hoy presenta.

Discernir

La palabra discernir tiene elocuentes resonancias en nuestro idioma, porque implica distinguir y escoger, mirar cómo Dios nos habla y cómo nos pide una decisión firme y clara que nos mueva a reaccionar a su llamada con un sí rotundo y generoso.

Para esto se necesita la oración confiada pero también la capacidad de ver en los llamados que Dios hace a través de la Iglesia su voluntad

Alguien contaba bellamente cómo para una llamada específica y comprometedora que Dios le hizo a una persona, la expresión en la que se manifestaba la voluntad divina era “espero un sí”.

Dios está esperando ese sí y tenemos el deber de orar para que muchos jóvenes puedan distinguir la clara voz de Dios en medio de las voces confusas de un mundo sin fe. Que Dios siga repitiendo al corazón de muchos “espero un sí”.

Vivir

La llamada de Dios se manifiesta en la vida de personas que en la Iglesia se distinguen por su coherencia, por su carisma. En la vocación de muchos, ˗debo confesarlo con gratitud-, Dios nos habló en la vida de pastores ejemplarísimos, de una vida íntegra, de unas palabras que brotaban de unos corazones que vivían la experiencia de Dios con tan intensa alegría, con un gozo tan pleno, que hacía de ellos transparencia de Dios. Sea esta la ocasión de dar gracias por esas vidas llenas de luz y de bendición.

De todos es notable que cuando más se ora, con mayor generosidad responde Dios despertando respuestas, acogiendo el “sí” de tantos llamados.

Esta Jornada de Oración por las Vocaciones instituida por el Beato Paulo VI en el Domingo del Buen Pastor, nos impulse a una renovada experiencia de confianza en el amor de Dios que quiere pastores nacidos del corazón de un pueblo que sabe escuchar la voz divina, que sabe discernir para que sean los mejores los llamados al orden sagrado, para que los llamados puedan encontrar en la Iglesia Madre y Maestra espacios acertados para ser modelados según el prototipo de Cristo.

En nuestra Iglesia particular de Cúcuta tenemos que entrar en una “cultura vocacional”, como nos enseñó el Beato Pablo VI, a la cual contribuyamos todos. Los invito a poner esta intención en la oración.

La Madre del Señor nos ayude con su intercesión, San José, maestro del silencio y de la obediencia, nos ayude para que muchos jóvenes y niños quieran definir su vida al servicio de Dios y de los hermanos. A todos los encomiendo en el Sepulcro vacío de Cristo victorioso, en la Ciudad Santa de Jerusalén.

¡Alabado sea Jesucristo!

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