Encuentro personal con Jesucristo que nos salva

Estamos en el desarrollo del Proceso Evangelizador de la Diócesis de Cúcuta, con el primer paso que nos convoca al “encuentro con Jesucristo”, a fin de acercarnos a Él para establecer con Él y entre todos los bautiza­dos y personas de buena voluntad, nuevas relaciones que permitan crecer en la conversión y la fe, para hacer profesión de fe con el Apóstol Pedro diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), que nos consolide en la salida misionera para anunciar a Jesucristo.

Cuando salimos a evangelizar no podemos conformarnos con transmitir una teoría académica, sino que tenemos que comunicar el amor de Dios, manifestado en Jesucristo con quien hemos tenido una experiencia real, al recibir su perdón misericordioso, recibiendo la salvación que nos ha entregado desde la Cruz. El Papa Francisco así lo enseña cuando afirma: “La primera motivación para evange­lizar es el amor de Jesús que he­mos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él, que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la nece­sidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos de­tenernos en oración para pedirle a Él, que vuelva a cautivarnos” (Evangelii Gaudium 264).

En el Proceso Evangelizador se van encontrando en el camino misioneros cansados y hasta des­ilusionados de la misión que rea­lizan. Seguramente lo que ha ocu­rrido es que se han desviado del amor de Jesús. San Pablo decía que él vivía confiado en ese amor que lo entregó todo: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Con esta certeza el mi­sionero cansado puede recuperar fuerzas y retornar con fervor al anuncio gozoso del Evangelio de Nues­tro Señor Jesucristo. El Papa Francisco así lo expresa: “En Cristo que nos salvó en la Cruz de nues­tros pecados, con ese mismo poder de su entrega total sigue salvándonos y resca­tándonos hoy. Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque quienes se dejan salvar por Él son libera­dos del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Christus Vivit 119).

Esta certeza que nos da la fe en Jesucristo que se entregó por cada uno en la Cruz, ayuda a todo cris­tiano, sacerdote, padre o madre de familia, trabajador, a no dejarse arrastrar por el pecado y volver al amor de Dios. Frente a las caí­das y pecados, hay que dejarse ayudar, para llegar a Jesucristo y permitir un encuentro personal con Él que nos ama y nos salva. El Papa Francisco nos recuerda esta verdad cuando dice: “El amor del Señor es más grande que to­das nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces.

Pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragili­dades y pequeñeces como Él quie­re escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de las negaciones y nos abraza siempre, siempre, siempre después de nuestras caí­das ayudándonos a levantarnos y ponernos en pie. Porque la ver­dadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es la de per­manecer en el piso y no dejarse ayudar” (CV 120).

Todos somos peca­dores y muchas ve­ces negamos al Se­ñor cuando dejamos entrar el mal y el pe­cado a nuestra vida, pero lo que se espe­ra de un creyente en Jesucristo es que no permanezca en esta­do de pecado por mu­cho tiempo, que frente al pecado busque de inmediato la gracia de Dios, mediante el sacramento de la confesión, para que recibamos la gracia del perdón y volvamos al amor de Dios. El Papa Francisco así nos lo enseña cuando afirma: “Mira los brazos del Cristo Cru­cificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confe­sar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre de­rramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás re­nacer, una y otra vez” (CV 123).

Al experimentar la gracia de Dios con el perdón de nuestros peca­dos, el corazón se llena del amor del Señor, experimentamos ese encuentro con Jesucristo vivo que nos salva y nos llama a comunicar esa experiencia de amor a otros, por todos los confines del mundo, en salida misionera, porque hay que salir de prisa a comunicar la buena noticia del Evangelio. El Papa Francisco nos anima a este encuentro personal con el Señor cuando nos dice: “¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra exis­tencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, ‘lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos’ (1Jn 1, 3). La mejor motivación para decidirse a co­municar el Evangelio es contem­plarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el cora­zón” (EG 264).

Caminando juntos en el desarro­llo del Proceso Evangelizador de la Diócesis de Cúcuta, que en este momento nos convoca al “encuentro con Jesucristo”, experimen­temos de amor del Señor que nos salva y nos llama a hacer profe­sión de fe con el Apóstol Pedro di­ciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), para ir en salida misionera a comunicar ese amor que vivimos en el corazón y que no podemos guardar para nosotros. Que la San­tísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor la gracia de transmitir su Evangelio desde el corazón.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

+José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de Cúcuta

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