El mes de agosto está marcado desde sus comienzos para hacer una reflexión en torno al sacerdocio ministerial, con motivo del recuerdo que hacemos del Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos y de los sacerdotes. Un sacerdote en quien sus palabras, sus gestos, su estilo de vida, todo su ser, lleva el testimonio de Cristo al corazón de la Iglesia y a todo el pueblo de Dios.
San Juan María Vianney nació en una familia de campesinos profundamente cristiana, creció en un hogar donde reinaban la unidad y la caridad hacia el pobre, donde se vivía la fe, aún en medio de las dificultades por la oposición hacia la fe cristiana. En Francia llega el momento en que pasa la tormenta que obstaculizaba el anuncio del Evangelio y se pudo retomar la vida eclesial. Las cuatro décadas del ministerio del Santo Cura de Ars, fueron tiempos de nueva evangelización y de reconstrucción del corazón de muchas personas y familias que volvieron a Dios.
Con motivo de esta memoria que hacemos en este mes del Santo Cura de Ars, volvemos la mirada y la reflexión sobre el ministerio pastoral de los sacerdotes, teniendo en mente la llamada del Papa Francisco a una conversión pastoral: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una ‘simple administración’. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un ‘estado permanente de misión’” (Evangelii Gaudium 25).
Hoy vivimos el ministerio sacerdotal en medio de dificultades y obstáculos, como los que afrontó el Santo Cura de Ars, quien supo atraer a muchos hacia Dios en la práctica constante del Sacramento de la confesión, que fue su método pastoral más eficaz, junto con una oración profundamente contemplativa por su pueblo y la Eucaristía celebrada cada día para recibir la fortaleza, para afrontar su tarea evangelizadora con alegría, en medio de las dificultades que afrontaba diariamente.
Con el Sacramento de la Confesión que administró con constancia, anunció el Evangelio de la misericordia de manera nueva y renovada, recuperando en los fieles el deseo de acudir al Señor a pedir perdón cada vez que el pecado y el mal invaden la vida y el corazón de los creyentes. El Santo Cura de Ars con su modo de atender a los fieles en confesión dejó plasmada la certeza del perdón de Dios sin límites para quien se acerca arrepentido. El Papa Francisco así nos lo enseña cuando afirma: “Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar setenta veces siete (Mt 18, 22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable” (EG 3).
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote ha instituido el sacerdocio ministerial para hacerse presente en la Eucaristía y alimentar al pueblo de Dios con su cuerpo y con su sangre y también para reconciliar a toda la humanidad con el Padre misericordioso, mediante el Sacramento de la Confesión. El Santo Cura de Ars, meditando sobre el ministerio sacerdotal nos dice que: “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, es una frase que define lo esencial de la misión y santidad del sacerdote, que convertida en oración contemplativa nos invita a reconocer con gratitud a Dios el don tan grande que representan los sacerdotes, para la Iglesia y para las comunidades parroquiales, quienes recibiendo el llamado del Señor y dando una respuesta generosa a su plan de salvación, cada día repiten las palabras y los gestos de nuestro Señor Jesucristo para que pastores y fieles tengan el pan de la Palabra y de la Eucaristía que es el camino a la vida eterna.
Un sacerdote al estilo de Jesús, a ejemplo del Santo Cura de Ars, animador de una comunidad parroquial es capaz de renovar y convertir una parroquia, en una comunidad de discípulos misioneros al servicio del Evangelio. Así lo expresa Aparecida cuando afirma: “La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el Párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (Documento de Aparecida 201).
Que la intercesión del Santo Cura de Ars, de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor muchas bendiciones y gracias que ayuden a todos los sacerdotes a vivir en fidelidad a Cristo y a la Iglesia y a todos los fieles, a seguir unidos en oración y colaboración con sus sacerdotes en las comunidades parroquiales, para que juntos podamos hacer profesión de fe, diciendo: Tú eres el Cristo, condúcenos al Padre y vayamos en salida misionera a iniciar nuevos cristianos y reiniciar a los que se han alejado, mediante el proceso evangelizador que nos invita al encuentro con Jesucristo.
José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de Cúcuta