El Papa Francisco, en su reflexión del martes 5 de marzo compartió siete claves sobre la gratuidad apostólica de dar sin esperar recibir si quiera algo a cambio, pues la evangelización es un proceso netamente de amor, y que la falta de “resultados” no puede ser considerada como un fracaso en el mismo desafío de compartir en el Evangelio de Jesucristo.
Cada una de estas reflexiones las expresó en un mensaje enviado a las instituciones y organizaciones de ayuda a la Iglesia Católica en Latinoamérica; las cuales precisamente celebran un encuentro desde el pasado 4 de marzo hasta el 8 en Bogotá. El Pontífice señaló que cuando se hace un esfuerzo en favor de la Iglesia “es natural que exijamos un resultado. No obtenerlo podría considerarse un fracaso”, sin embargo, “tal percepción parecería contrariada la gratuidad, que evangélicamente se define como dar sin esperar a cambio”.
Para desarrollar mejor dichas claves, el mismo Papa ha propuesto verlas como una pregunta con respuestas que como resultado nos dejan dichas claves para lograr una mejor evangelización sobre la ofrenda de ayudar a nuestro prójimo.
La primera de ellas fue: ¿Quién da? A lo que el Sumo Pontífice respondió que: “Sólo somos administradores de los bienes recibidos, por lo que no debemos vanagloriarnos ni exigir una recompensa mayor que nuestro propio salario, asumiendo humildemente la responsabilidad que este don nos exige”. Como segunda pregunta ¿Qué nos da el Señor? nos dice: “nos lo ha dado todo”, resaltando los diferentes dones, virtudes y valores cristianos que nos permiten relacionarnos con él y con nuestros hermanos propios.
Como tercera pregunta responde a ¿dónde se entrega el Señor?, añadiendo, que el Señor siempre se ha entregado a nosotros, tomando en sus manos nuestro barro y nuestros pecados. Siguiendo con la cuarta pregunta hace referencia a no evitar a “los ciegos” que son aquellas personas que yacen al borde del camino, los que están cubiertos de “lepra”; todo esto como metáfora de apiadarnos del hermano y darnos a ellos sin prejuicios.
Llegado a este punto final, el Papa responde al “¿cómo y cuándo?” se entrega Dios a su pueblo. “Siempre y totalmente”, subraya el Pontífice, de tal manera que: “Dios no pone límites: mil veces pecamos, mil veces nos perdona”.