¿Puede el cristiano consultar el horóscopo?

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Por: Pbro. Víctor Manuel Rojas Blanco, párroco de Santa Laura Montoya

Imagen: bbc.com

Muchas personas viven pen­dientes de las predicciones del horóscopo, en sus distin­tas variantes: el zodiacal, el chino… “Los astros dicen” qué va a suceder en cuanto a salud, dinero y amor. ¿Un cristiano puede creer en estas predic­ciones? La respuesta es NO, por di­ferentes razones.

El horóscopo es efecto de la antigua astrología, que se empeñaba en des­cubrir la influencia de los astros so­bre el destino de los hombres y de las cosas. En este sentido, hay que colo­carlo dentro del fenómeno más amplio de las “artes adivinatorias”, entre las que la adivinación de lo que iba a pa­sar cada hora tenía mucho peso entre los persas y los egipcios (oros-scopeo, significa horas-mirar).

Elementos para analizar desde algunos interrogantes

Si se analizaran los mensajes diarios del horóscopo que aparecen en deter­minado periódico se podría evidenciar elementos y características puntuales y comunes. Por ejemplo: Nunca los mensajes de los signos zodiacales son mensajes negativos, pesimistas o de muerte (nadie volvería a leerlos, si fuese así). Las palabras utilizadas hablan de acontecimientos que a toda persona le ha pasado en algún mo­mento de la vida (salud o enfermedad, envidias, egoísmo, fracaso o éxito en el amor, dinero…). Pareciera que al ser humano le gusta que externamente se le reafirmen sus experiencias, gus­tos y tendencias. Nunca un mensaje de horóscopo va a dar detalles específi­cos (de espacio y tiempo) sobre una experiencia o acontecimiento de una persona en particular.

Los horóscopos intentan hacernos creer que no somos libres, sino que estamos determinados en todo por el signo zodiacal. No seríamos nosotros quienes realizaríamos la propia vida, sino que nuestro obrar estaría dirigido por una extraña fuerza proveniente de las estrellas, de las 12 constelaciones. Por otra parte, nada de lo que dicen los horóscopos está científicamente fundamentado. Muy probablemente lo que afirma un horóscopo sobre sagita­rio hoy, lo dirá en los próximos días en piscis.

Desde la fe es conveniente enseñar a cada persona a deshacerse de supers­ticiones y creencias que puedan per­judicar la convivencia y la relación con Dios. Evitar todo ello es también ayudar a luchar por la libertad en la vida y, por lo tanto, trabajar por la construcción del proyecto de vida y la realización de los sueños personales.

Esta temática de formación apolo­gética nos ayudará a defendernos de esos adivinos y astrólogos que pre­tenden vivir explotando la creduli­dad de los ingenuos.

Desde la Sagrada Escritura

Imágenes: Internet

La Biblia prohíbe expresamente la adivinación, la brujería y las artes ocultas: “No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivina­ción, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace es­tas cosas es una abominación para el Señor tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja el Señor tu Dios a esas naciones delante de ti” (Dt 18, 10-12). El pueblo debe prestar atención solo a Dios. Cualquier otra fuente de revelación debe ser rechaza­da rotundamente. Por lo tanto, pode­mos decir que la astrología se opone a la enseñanza bíblica. De forma directa hace que la persona crea en algo dis­tinto de Dios. Absolutamente no po­demos determinar la voluntad de Dios para nuestras vidas a través de los ho­róscopos. Como cristianos católicos, debemos leer la Palabra, cumplir los mandatos de Dios y pedirle la sabidu­ría y la luz para saber orientar la vida.

Desde el Catecismo de la Iglesia Católica

Este señala que «todas las formas de adivinación deben rechazarse». Pues bien, entre las variadas formas de adivinación, el Catecismo cita las si­guientes: «… La consulta de horósco­pos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suer­tes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la pro­tección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respe­to, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios» (C.I.C. 2116). Estas formas de adivinación al querer saber el futuro están manifes­tando un deseo: “ser iguales a Dios” en el control sobre el futuro, en tiempo y espacio.

¿Es peligroso consultar el horóscopo?

En la televisión, la radio, los periódi­cos…. ¡Los horóscopos están por todas partes! Consultarlos de vez en cuan­do puede parecer inofensivo, incluso divertido. Sin embargo, esta práctica es perjudicial espiritual y psicológica­mente. El padre Alain Bandelier dice: “Es un pecado contra la fe. Esto ofende la dignidad humana: nuestra liber­tad, aunque esté condicionada por un montón de parámetros, incluidos los parámetros cósmicos, por qué no, tiene siempre capacidades imprede­cibles e inesperadas. También ofende la grandeza de Dios: su gracia es aún más impredecible y siempre puede cambiar todo”.

¿Qué hacer si se ha consultado por curiosidad, gusto o necesidad?

La respuesta es muy puntual: pedirle perdón a Dios a través del sacramento de la confesión y comprometerse a no volver a recurrir a este medio de adi­vinación. No es lícito ni conveniente consultar­lo, pues puede robar nuestra confianza en Dios. El que verdaderamente con­fía, cree y ama a Dios no busca símbo­los o signos del cielo ni de la tierra. A veces puede ganar la curiosidad de sa­ber lo “que dirán del futuro los signos del horóscopo”; pero lo único que se conseguiría es poner el mayor tesoro, la vida, en manos de suposiciones tan genéricas y ambiguas.

Para recordar…

Dios ha dispuesto que el hombre se valiera de los astros para medir las es­taciones, días y años (Gn 1, 14). No indica que debemos buscar en ellos una guía para tomar decisiones y ha­cer evaluaciones en nuestra vida per­sonal; para esto tenemos la Palabra de Dios. Confiamos en que Dios tiene el control y que nos ha dado inteligencia y capacidad para afrontar las situacio­nes de la vida diaria. “Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas” (Pr 3, 5-6).

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