Nuevo sacerdote exorcista para la Diócesis de Cúcuta: “Uno no puede ver en todos lados al demonio”

Luego de la muerte de Monse­ñor Pedro Alejandrino Bote­llo, el pasado 16 de junio, la Diócesis de Cúcuta no contaba con un sacerdote autorizado para reali­zar exorcismos, ya que Monseñor Pedro era el único habilitado para hacerlo.

Por Derecho Canónico, al Obispo le corresponde pedir en el nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno, es decir, realizar exorcismos. En vista de las múltiples ocupaciones de un pre­lado, puede delegar y darle licen­cia a un presbítero de su Diócesis, para que atienda estos casos. Dice el Derecho Canónico en el nume­ral 1172: “Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamen­te exorcismos sobre los posesos. El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con in­tegridad de vida”.

Por esto, gracias a su rectitud de vida y madurez en su ministerio sa­cerdotal, el Administrador Apos­tólico de la Diócesis de Cúcuta, Monseñor José Libardo Garcés Mon­salve, ha nombrado al padre Rafael Humberto Cárde­nas Leal, párroco de San Martín de Sardinata, como el nuevo sacerdote con licencia para practicar exorcis­mos en esta Iglesia Particular.

Pbro. Rafael Humberto Cárdenas Leal, párroco de San Martín de Sardinata y sacerdote exorcista. Foto: Centro de Comunicaciones Diócesis de Cúcuta

La Iglesia Católica, con el deseo de aten­der al pueblo de Dios y proveer su bienestar espi­ritual, ofrece permanente­mente orientación espiri­tual y humana, por lo que, si algún feligrés presenta alguna situación anormal en su compor­tamiento, estado físico o espiri­tual, debe acudir en primera me­dida al párroco de su comunidad, quien es el que determinará si ame­rita un encuentro con el delegado para exorcismos.

El nuevo encargado de esta compleja labor, habló para el Periódico La Verdad de la Diócesis de Cúcuta, acerca de su vida y ministerio sa­cerdotal.

La Verdad: Padre, con 64 años de vida y 35 años al servicio del Evan­gelio, ¿cómo nació su vocación sacer­dotal?

Padre Rafael Hum­berto Cárdenas Leal: Desde pequeño, me reu­nía con mis vecinos en mi pueblo (corregimiento El Carmen de Nazareth, Sala­zar – Norte de Santander) y siempre queríamos hacer lo mismo que el sacerdote en la parroquia y en las diferentes celebraciones; en­tonces replicábamos lo que la gente mayor hacía en Semana Santa, Na­vidad y fiestas patronales; lo más bonito era que nuestros papás nos colaboraban y hasta participaban como espectadores en lo que para nosotros era un juego, pero final­mente, era Cristo haciendo presen­cia en nuestros corazones.

L.V.: De todas las experiencias en la fe, mencione alguna que le haya marcado

P.R.H.C.L.: Son muchas expe­riencias de fe, pero desde pequeño siempre me ha marcado es el amor de la gente hacia el sacerdocio y a la Iglesia, eso me impacta. Obser­vaba cómo la comunidad se preo­cupaba cuando el párroco estaba enfermo, se afanaban por atenderlo y ni qué decir cuando un sacerdo­te fallecía, toda la comunidad en­tristecía profundamente. Recuerdo cuando en mi pueblo enfermó y murió el padre Héctor Lizcano, to­dos estuvimos unidos en oración; y en otro tiempo, en Gramalote, en días de ferias, murió un sacerdote, por lo que las ferias fueron cance­ladas inmediatamente. Entonces, admiro eso, todo ese amor que la gente le expresa a uno, me marca, y me lleva a responderles con el mis­mo cariño.

L.V.: ¿Cómo recibe este nuevo nom­bramiento?

P.R.H.C.L.: Lo tomo con obe­diencia, porque es la Iglesia y mi Obispo quien me pide esto. Sé que soy supremamente limitado, pero cuento con Dios y la protección de la Iglesia, entonces lo haré.

L.V.: En el ejercicio de su ministerio sacerdotal, ¿había contemplado en algún momento servir de esta manera?

P.R.H.C.L.: Nunca lo contemplé, y admiro profundamente a Monseñor Pedro Botello (su antecesor), por­que nos enseñó a escuchar y ayu­dar a la gente en tantas situaciones críticas, en sus sufrimientos. Pero como tal, no me esperaba prestar este servicio.

L.V.: ¿Cómo se prepara diariamente para ejercer el ministerio que la Iglesia le ha confiado?

P.R.H.C.L.: Con la oración le pido al Señor todos los días que me conceda la gracia de ayudar a las personas, aunque finalmente Él es quien lo hace, yo soy solo su ins­trumento. Y yo sé que, en la Dióce­sis y la Iglesia universal, todos los sacerdotes apoyados en la oración, siempre están atentos para ayudar en la liberación de tantas angustias que padecen sus comunidades. En­tonces, yo con las Laudes, el Oficio de Lectura, la oración de Vísperas, de las Completas, la adoración al Santísimo y la celebración de la Santa Misa, me preparo a diario.

L.V.: Que esta sea la ocasión y el es­pacio, para explicarle a los lecto­res, a los fieles bautizados y a las personas en general, que el de­monio no se debe ver en todos la­dos, que el exorcismo en un tema de cuidado y no debe tomarse a la ligera por curiosidad

P.R.H.C.L.: A nosotros se nos ha enseñado en un 99%, que la actua­ción del demonio es la tentación y el ejemplo más claro es Adán y Eva en El Paraíso. Y a nosotros, el demonio nos presenta el mal, pero bajo la apariencia del bien, enton­ces uno no puede ver en todos la­dos al demonio, porque la tentación sí está ahí, pero recordemos que como bautizados, nosotros somos de Cristo y formamos un solo cuer­po con Él y nuestra alianza es con Él, por lo que no hemos hecho nin­gún pacto con el demo­nio. Además, pensemos en que, por ejemplo, a nuestra casa entra a quien le damos permiso de ha­cerlo, y nuestro cuerpo es templo del Espíritu San­to, no vamos a darle per­miso al mal de entrar. De­bemos tener esto claro.

L.V.: ¿Por qué en caso de presentar un hecho fue­ra de lo normal, se debe acudir primero al pá­rroco?

P.R.H.C.L.: Hay dos casos: Prime­ro, el ordinario, y es lo que decía anteriormente acerca de la tenta­ción, caer en la trampa. Entonces debemos acudir al párroco, porque él los va a escuchar, una vez que los escucha, él hace discernimiento y un diagnóstico, en el cual define las causas de la situación, donde también él mismo puede realizar oración para darle solución; porque finalmente todos nosotros todos los días somos hostigados por la maldad, pero esos tormentos po­demos combatirlos por medio de la oración. Ya cuando las cosas se vuelven graves, viene el segundo caso, que es el extraordinario, el cual tiene unas característi­cas que cada sacerdo­te tiene claras, y es ahí cuando remite al exor­cismo, habiendo apli­cado ya todos los pasos del caso ordinario. El exorcismo es el último recurso, porque para decir que alguien está poseído por el demonio se requiere de mucha prudencia.

Les confieso que, en 35 años de vida sacerdotal, jamás me he en­contrado con un caso de posesión. Sí me he encontrado con los tor­mentos que padece la gente; como en el Libro de Job, que el demonio lo asecha, pero de ninguna manera Job se mueve de la fe y no da per­miso para que el mal lo posea. En­tonces nosotros debemos también tener claro que somos de Dios.

L.V.: Para finalizar, ¿cómo fortale­cer la presencia de Dios en la vida de cada uno?

P.R.H.C.L.: Los sacramentos sin duda alguna son fundamentales. Acerquémonos a Dios, confesémo­nos. Es que verdaderamente, cada día se olvidan de Dios y así quedan expuestos a que el mal los manipu­le; se están olvidando que el Cielo se ha abierto para nosotros desde el Bautismo y que hemos recibido al Espíritu Santo. Los invito a volver a Dios, a leer y meditar la Biblia. Les comparto lo que dice el Libro del Éxodo 23, 20: “Yo enviaré un ángel delante de ti, para que te guar­de en el camino y te traiga al lugar que Yo he preparado”, estas son las promesas que Dios nos ha hecho y que a veces olvidamos, queriendo caminar a nuestra voluntad.

Recuerden que la Iglesia siempre está ahí para protegernos, para ayu­darnos y para que caminemos juntos.

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