Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta
Para la gloria de Dios y bien de la Iglesia que amamos, comienzo esta etapa de servicio pastoral en la querida Diócesis de Cúcuta, como Administrador Apostólico. Damos gracias a Dios por el trabajo pastoral y compromiso apostólico de Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid en esta Diócesis, quien ahora comienza como Obispo del Ordinariato Militar de Colombia. Nuestra gratitud por todas las enseñanzas que ha dejado en esta Iglesia particular y nuestra oración constante por su misión apostólica, deseándole muchos éxitos en la nueva tarea que el Señor le ha encomendado.
Desde el mismo momento de mi designación como Administrador Apostólico, todos comenzaron a estar en mi oración, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, con la intención de ayudarles en su crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir construyendo juntos, una comunidad viva de fe al servicio de Dios y de los más pobres y necesitados.
El llamado permanente del Papa Francisco a ser Iglesia en salida misionera, lo percibo muy vivo en la Diócesis, ya que encuentro sacerdotes, seminaristas, religiosos y agentes de pastoral comprometidos con la tarea evangelizadora, mediante el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular (P.E.I.P.), con una conciencia clara de ser comunidades de creyentes en las cuales se realizan y se viven los misterios de la Iglesia Universal, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Mi servicio durante este tiempo de Sede Vacante, consistirá en animarlos para que sigan comunicando la alegría que produce el encuentro con la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra Esperanza. Dedicaré mi tiempo para acompañar en primer lugar a los sacerdotes, invitándolos a vivir este ministerio santo en Gracia de Dios y en salida misionera. También dedicaré tiempo para acompañar a las instituciones diocesanas, con el fin de seguir siendo ejemplo de caridad en el desempeño de su misión. Finalmente, quiero acompañar a los feligreses en las parroquias, principalmente mediante la administración del sacramento de la confirmación, cumpliendo con las debidas normas de bioseguridad que nos exigen las autoridades competentes, para cuidarnos y cuidar a nuestros hermanos.
Los invito a asumir como actitud fundamental para continuar este proceso, la acogida de la Santísima Virgen María a la Palabra de Dios, junto con la obediencia a la Iglesia evidenciada en la adhesión alegre y solidaria a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, y entendida como comunión eclesial; lo cual nos introduce en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la hacemos visible en nuestra Iglesia particular, con el compromiso de Evangelizar en salida misionera.
Nuestro punto de partida tiene que ser una sincera conversión personal, pastoral y de las estructuras. De acuerdo, con lo que nos enseñan los documentos de la Iglesia, conscientes que lo primero que se nos pide a todos es disponernos a la conversión como adhesión personal a Jesucristo nuestra esperanza, y la voluntad de caminar en su seguimiento. Siendo este momento inicial, la raíz y el cimiento sin los cuales todos los demás esfuerzos resultan artificiales. Esto significa, un cambio profundo de actitud, que conlleva a una transformación de nuestra vida en Cristo.
Caminando juntos desde la conversión personal, tenemos la fortaleza que nos da la gracia para vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como pensamos y realizamos la pastoral. En este sentido, “la conversión pastoral exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera… haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera”.
Todo este proceso tiene su culmen y realización en la conversión de las estructuras, que solo puede entenderse, en tanto que ellas, se vuelvan más misioneras y que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta; que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a estar con Él y vivir en su presencia.
Nuestra fuerza está en la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra esperanza. Él nos manda salir a evangelizar al mundo entero, lo cual identificamos como nuestra misión, conscientes de que la fuerza interna, proviene del Espíritu Santo a Quien reconocemos como primer protagonista en la tarea del anuncio del Evangelio.
En este proceso contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos renovar nuestro compromiso de cumplir nuestra tarea en salida misionera, para encontrar a nuestros hermanos, entregarles la Palabra de Dios, acercarlos a Nuestro Señor Jesucristo y comprometerlos a vivir sin temores la alegría del Evangelio.
Para todos, mi oración y bendición.