Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta
Durante el tiempo de gracia iniciado el Miércoles de Ceniza, que conocemos como la Cuaresma, es muy oportuno, sobre todo para reafirmar la fe en Nuestro Señor Jesucristo, fortalecer la gracia de Dios y reafirmar nuestra vocación cristiana a la santidad. Con los medios espirituales y las prácticas cuaresmales, apoyados por la Palabra de Dios, la Eucaristía, la oración y la caridad, podemos profundizar en la respuesta al llamado que Dios nos hace a ser santos como Él, tal como lo meditamos en la Palabra de Dios: “Ustedes sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48; Cfr. 1Pe 1, 16), el primer paso es volver a Dios mediante una auténtica y sincera conversión.
Al recibir la Ceniza hemos escuchado las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), somos invitados a reorientar la vida hacia Dios y renovar la fe en la Buena Noticia del Reino de Dios. Se nos recuerda la necesidad de conversión y penitencia que en el Tiempo de Cuaresma tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado, así purificados, podamos recibir la gracia de Dios, que nos sostiene y alienta en el combate espiritual de cada día.
La conversión es ir hacia adelante en el seguimiento de Jesús, sabiendo que, en un primer momento, estamos llamados a dejar un pecado, un vicio dominante que va arruinando nuestra vida, pero en un nivel superior es transformar la vida en Cristo, para decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). De tal manera, que todo nuestro actuar, sentir y vivir es en Cristo, como lo expresaba San Pablo en su experiencia espiritual: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).
El momento actual está marcado por la COVID-19, pandemia que ha golpeado a toda la humanidad y ha dejado por tierra muchos proyectos políticos, económicos, sociales y también personales. Sin embargo, en Jesucristo Nuestro Señor, tenemos la esperanza puesta y estamos seguros que es esperanza que no defrauda porque: “sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él ha llamado según sus planes” (Rom 8, 28).
Este momento también es un tiempo de purificación. Así como después del diluvio universal, Dios comenzó algo nuevo con la humanidad, así comenzará en este presente histórico, algo renovado, cuando decidamos renovar nuestro corazón con la gracia de Dios, que se ofrece gratuitamente en este tiempo de salvación y de gracia que estamos viviendo con la Cuaresma, en camino de auténtica y sincera conversión.
Conversión y fe en el Evangelio de Jesucristo, significa arrodillarnos frente al Santísimo Sacramento y con humildad pedir perdón a Dios por nuestros pecados y Él, con su amor misericordioso desde la Cruz nos perdona, para que volvamos a Dios. Pero también, es tiempo para perdonar a nuestros hermanos por las ofensas que nos han hecho, “perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, repetimos con frecuencia en la oración del Padre Nuestro, sabiendo que el perdón es un beneficio para quien lo recibe, pero es sobre todo una gracia para quien lo ofrece. El perdón nos purifica de odios, resentimientos, rencores y venganzas, que son veneno para nuestra alma, siendo el perdón, la mejor medicina, gracia de Dios y paz para nosotros.
De esta manera, podemos aspirar a vivir en este tiempo de reflexión y de gracia en familias perdonadas, reconciliadas y en paz, porque la gracia de Dios llega a cada corazón que se deja renovar por el regalo del perdón. Ofreciéndolo también al prójimo, empezando por el núcleo familiar, como una oportunidad para volver a Dios en esta hora de incertidumbre y de cruz por la que pasamos todos, pero que nos ayudará a sanar y purificar nuestro corazón y vivir renovados por la fuerza que viene de lo alto.
Conviértete y cree en el Evangelio, es también hacer presente la caridad de Cristo en los hermanos, que es un mandamiento para todos nosotros, sabiendo que la puerta de entrada al cielo es la caridad, tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve necesitado y me auxiliaron, vengan benditos de mi padre a poseer el Reino eterno, la gloria del cielo, (Cfr. Mt 25, 31 – 46). Como cristianos, como Iglesia Católica actuamos en el nombre del Señor y lo hacemos con la misma fuerza de su amor para con nosotros, que hace que todos nos sintamos hermanos, hijos de un mismo Padre.
En la Diócesis de Cúcuta, este año queremos hacer presente la caridad de Cristo para con los más pobres, mediante la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes, que promueve darle de comer a más de cinco mil familias, como lo hizo Jesús cuando sintió compasión de la multitud. Los cristianos católicos de Cúcuta queremos a través de la Diócesis y del Banco de Alimentos, dar de comer a familias necesitadas. Por eso, la meta son cinco mil mercados para compartir con los más pobres de un sector de la ciudad. Ponemos en las manos de Dios esta misión y animo a todos los fieles de las parroquias a compartir desde lo poco o mucho que tengan, con otros más pobres, haciendo realidad en la vida personal y familiar esas palabras del tiempo cuaresmal: Conviértete y cree en el Evangelio.
Que esta Cuaresma que hemos iniciado sea un tiempo de gracia para reafirmar nuestra respuesta de fe, esperanza y caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y comunicando esa buena noticia a los hermanos, transmitiendo su mensaje con nuestras palabras y obras de caridad.
En este proceso contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos renovar nuestro deseo de conversión para transformar nuestra vida en Cristo.
Para todos, mi oración y bendición.