“Todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás” (Juan 11,26)
La Conmemoración de todos los fieles difuntos es una oportunidad grande para renovar nuestra fe en la resurrección de los muertos; en la eternidad dichosa que nos espera en el Cielo; en la comunión de los santos que debemos ejercitar cada día, pidiendo la intercesión de los santos del cielo (como le hacíamos ayer) e intercediendo ante Dios con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas y obras de caridad por los santos que aún están el Purgatorio. Porque (IIº Macabeos 12,34-43): «es muy Santo y saludable rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados».
A Propósito de la Conmemoración de los fieles difuntos, el Santo Padre celebró la Santa Misa, por primera vez, en el cementerio americano de Nettuno, construido en el año 1944 en memoria de los caídos estadounidenses de todas las operaciones militares que se llevaron a cabo con el fin de liberar a Italia. Son 7861 los caídos, hombres y mujeres, que tienen su eterno descanso en este cementerio o que son allí conmemorados.
A su llegada el Obispo de Roma se detuvo en medio de las lápidas blancas, entre las cuales una de un desconocido, un ítalo americano y un judío, y fue acogido por el Obispo de Albano, S.E. Mons. Marcello Semeraro, la Directora del Cementerio, y los alcaldes de Nettuno y de Anzio.
A la celebración de la Santa Misa seguirá la visita del Romano Pontífice a las Fosas Ardeatinas, un monumento a la barbarie acaecida el 23 de marzo de 1944, cuando Hitler mandó ejecutar como represalia a 10 italianos por cada alemán muerto, a raíz de un ataque del grupo partisano GAP, perpetrando así la masacre de 335 civiles.
Allí presentes también los miembros de la Asociación nacional de las familias italianas de los mártires caídos por la libertad de la Patria.