Por: Pbro. Jesús Alonso Rodríguez Veloza, Vicario parroquial de San Antonio de Padua y colaborador del CCDC
La Iglesia Católica es madre y maestra de la Fe
Lo primero que debemos afirmar, es que la Iglesia Católica profesa la fe en un Dios que es Padre y creador de todo, principio y fin de todas las cosas. Es la primera Persona divina de la Santísima Trinidad; como nos lo describe el Credo, símbolo de nuestra fe. En segundo lugar, la fe en Jesucristo Nuestro Señor, como el Hijo único del Padre, que se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre por nuestra salvación., es nuestro Salvador. Y en el Espíritu Santo que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13). O como nos lo afirma el credo de Nicea: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”. Es el Espíritu Santo quien va guiando la Iglesia y a su vez la va santificando en la medida en que dócil a acción de Dios.
Como vemos esta fe trinitaria es la que como católicos estamos llamados a asumir, una fe sólida en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, como base y fundamento de nuestro creer cristiano. Es el Misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe. Además, nuestra fe se fundamenta en las enseñanzas de la Palabra de Dios, una Palabra que es viva y eficaz y que estamos llamados a alimentarnos todos los días de ella, orar con la Biblia, alimentarnos cada día de su fuerza y al mismo tiempo, al recibir sus enseñanzas y hacerlas vida, poder progresar en el camino que nos lleva a la santidad.
En la Iglesia están algunas devociones, como lo es a la Virgen María y a los Santos, pues en ellas encontramos un camino para llegar a Jesús, pero Jesús es la única vía, de entrada, al Reino de los cielos; Él como la única puerta que nos da el acceso a la vida eterna. En ese camino de santidad, el católico asume a plenitud las enseñanzas y mandatos de la Iglesia. Como son los siete Sacramentos; en primer lugar, los de Iniciación cristiana que son tres: Bautismo, como puerta de entrada a la vida de la fe, sin el bautismo no hay un camino de fe en la Iglesia. La primera comunión o Eucaristía, como la participación anticipada del Banquete Celestial, unión íntima con Jesús, quien la instituyó en la última cena. Alimento de vida eterna. La Confirmación que es la efusión plena del Espíritu Santo, es la aceptación consciente de la fe y se convierte el católico en soldado de Cristo, guiado por el Espíritu Santo; seguidamente encontramos dos Sacramentos de sanación que es por una parte la Penitencia o Confesión, el medio a través del cual busco la reconciliación plena con Dios y experimento su perdón y su paz; y por otra en el sacramento de la Santa Unción de los enfermos, en el que, se encuentra un consuelo en el dolor y una paz en el alma al ser también por medio de este sacramento perdonados por Dios. Y por último dos Sacramentos de servicio como son el Orden Sacerdotal y el Matrimonio, son maneras de servir en fidelidad al Señor y que estamos llamados a asumir con mucha seriedad hasta encontrar en ellos una configuración plena con Cristo Servidor.
Por otra parte, la Santa Madre Iglesia Católica tiene unos mandamientos que no han pasado de moda y que estamos llamados a asumir cada día. Son cinco y en primer lugar encontramos: Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar; segundo: Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, o si se ha de comulgar. Tercero: Comulgar al menos por Pascua de Resurrección. Cuarto: Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia. Y el quinto: Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia son las principales obligaciones de un católico respecto de su vida de sacramentos y la estructura eclesial. En un sentido amplio, se puede entender por mandamientos a todas las leyes eclesiásticas; pero en un sentido más estricto y teológico se consideran mandamientos de la Iglesia, aquellos preceptos que obligan a todos los fieles católicos y que fueron dados para mejorar y guardar los divinos. Estos mandamientos no han pasado de moda y son de obligatorio cumplimiento, si de verdad vivo la fe plena dentro de la Iglesia.
Una fe auténtica
Muchos se hacen llamar cristianos católicos, pero no se esfuerzan por vivir a plenitud las verdades de fe, es necesario hacer un llamado a despertar en la fe, que se asuma con seriedad este caminar que nos debe llevar a la configuración plena con Jesucristo nuestro Salvador.
Pero además estamos llamados a caminar juntos, en unidad total con el Santo Padre el Papa Francisco, con nuestro Obispo y cada uno de los sacerdotes que acompañan las distintas comunidades parroquiales, evitando parcializar la fe, aceptando verdades a medias y construyendo caminos personales que inclusive van en desobediencia a lo estipulado por la autoridad de la Iglesia. Hay una corriente de personas, mal intencionadas o mal informadas, que se hacen llamar católicos, pero que no están en comunión ni con el Papa Francisco, ni con el Obispo o inclusive no están en comunión con el párroco; este es un llamado a vivir la espiritualidad de comunión, una Iglesia comunión, participación y misión. Es el querer del mismo Jesús cuando ora pidiendo esa unidad. “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn 17,21). Es el deseo del mismo Señor Jesús y que como cristiano católico se está llamado a poner en práctica.
En conclusión, esta Iglesia que es madre y maestra nos hace hermanos en Jesús, nos invita a vivir en comunidad como miembros de una misma familia, pueblo de Dios. Pero no olvidemos que es también maestra y eso significa que enseña, orienta en un caminar concreto de la fe, y que como sus hijos estamos llamados a ser obedientes y asumir con docilidad sus mandamientos y a ponerlos en práctica, no de una forma parcializada, sino en su totalidad.