Se trata de un tiempo especial de gracia para todo bautizado. La Puerta Santa del Año de la Misericordia se abrió el 8 de diciembre, en el contexto del 50 Aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
El Santo Padre, en el documento que convoca a este Año Santo, señala: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia.
Es fuente de alegría, serenidad y paz; Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad; Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el
camino de la vida. Misericordia: es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado” (MV 2).
La razón de ser del Año Santo de la Misericordia tiene que ver con la acción salvadora del Señor que, según la ley de Moisés, estableció que cada cincuenta años se proclamara un año de liberación para el pueblo. Ese año para los habitantes de Israel era un tiempo especial de paz, de libertad, de reconciliación, de intervención directa de Dios. Jesucristo en el Nuevo Testamento, instaura el Año de Gracia del Señor. Desde entonces, la Iglesia durante años especiales promueve la santidad de vida de los bautizados mediante la celebración de Jubileos Extraordinarios.
Por lo anterior, es claro que el Año de la Misericordia quiere hacer presente entre nosotros la riqueza de la misión de Jesús: “llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de la nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella” (MV 16). Será la oportunidad para que, como bautizados, hagamos un camino de renovación interior y conversión espiritual.
Este Año Santo tiene como objetivo principal que la Iglesia viva un tiempo especial de gracia, de una conversión más radical y decidida, de una especial unión a Dios.
Es una invitación a acercarse a Él y a acogerlo con amor. De ahí, que el Año de la Misericordia nos invita a dejarnos transformar por el Todopoderoso para convertirnos en testigos de la misericordia y por ellos debemos consolidar nuestra fe, las obras de caridad, de solidaridad y promover la comunión fraterna en la comunidad eclesial.
El Jubileo de la Misericordia también resaltará de manera particular el sacramento de la Reconciliación, como una llamada a experimentar la necesidad de la misericordia de Dios en nuestra vida. El Papa insiste en que el primer anuncio de Jesucristo es la llamada a la conversión. “El reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Por eso Francisco dice: “Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial… El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza” (MV 10).
Publicación Cortesía: Periódico La Verdad – Diócesis de Cúcuta.