Foto: Centro de Comunicaciones Diócesis de Cúcuta
El Nuncio Apostólico del Papa Francisco en Colombia, Monseñor Luis Mariano Montemayor, expresa que hay 10.000 personas que “dejaron de matar, de secuestrar, de crear caos y violencia y están casándose, teniendo hijos, tratando de tener proyectos productivos, alejados de las armas. Creo que sobre eso es lo que hay que insistir”.
En una entrevista concedida al periódico de circulación nacional El Tiempo, Monseñor Montemayor ratifica su posición del lado de la paz y de las víctimas.
¿Cree usted también que la implementación del acuerdo con las Farc está amenazado?
Eso es evidente, y con consecuencias complejas. Conozco bien las zonas de conflicto y he visto que hoy los habitantes que están allá viven en la incertidumbre. No saben siquiera con quién tienen que tratar.
¿Antes sabían que las Farc eran las que mandaban?
En efecto. Y con ellas negociaban un ‘statu quo’ que les permitía de alguna manera saber al menos a quién podían protestarle, ahora no. La gente no identifica quién tiene el poder, solo sabe que son muchos y que estos tienen luchas permanentes.
¿Luchan por el control regional con altas dosis de violencia?
La tensión es alta. Los ataques contra los pobladores se han multiplicado y no se sabe bien a quién hay que dirigirse para tener protección. Cada día que pasa la situación es más grave.
¿Lo que usted ha visto pasa en todo el país?
No. Son algunas zonas donde están pasando hechos realmente críticos. Por ejemplo, en el Chocó estamos llegando a la esclavización de mujeres con sus niños; en el Cauca, como se vio con la masacre de una joven candidata con su mamá y sus acompañantes, que si hubieran sido más también los habían asesinado.
¿Por qué cree que estamos volviendo a vivir estas situaciones tan dramáticas?
A mi modo de ver no hubo un proceso de ocupación territorial por parte del Estado, que debió haber ocurrido, cuando se produjo el retiro de las Farc. Un control que debió haberse hecho no solo por parte de las fuerzas armadas del Estado, sino con una fuerte presencia de otras entidades administrativas y de servicios sociales.
¿Esta es su opinión?
No estoy haciendo un juicio, simplemente es una constatación, porque, reitero, son zonas a las que he ido. Esa ausencia del Estado, que en algunas zonas es cruel, porque nunca estuvo, ahora es más dramática con la salida de las Farc.
¿Quiénes mandan ahora?
Hay una proliferación de grupos que se fueron recolocando, reorganizando y poco a poco haciendo avanzar su influencia. Esos grupos no son solo el Eln, que les disputaba a las Farc algunas zonas, tenemos también la influencia de viejos grupos que se han reciclado, y otros nuevos.
¿Cómo ve la reacción del Gobierno?
No me gusta hacer críticas, y no estoy aquí para criticar las políticas del Gobierno; yo diría que también el Gobierno se encuentra sorprendido, corriendo detrás de los acontecimientos, por ejemplo, con lo del Cauca o el Chocó.
¿Ha sido una respuesta tardía?
Me parece que ya tomaron conciencia de la gravedad de la situación de la población. Eso es un signo de que se pueden mejorar las cosas. Pero hay que acelerar los tiempos, veo que en el Gobierno tienen buenas ideas y quizá buenas intenciones, pero con tiempos muy largos de ejecución, y eso desespera a la población.
¿Es vital que el Gobierno actúe con mayor celeridad?
La gente en las regiones está desesperada, con incertidumbre y si, en definitiva, ve que no puede hacer alianzas con el Gobierno, intentará hacerlo con las fuerzas negativas, porque tienen que sobrevivir de alguna manera.
A tan inquietante panorama se suma la situación de la frontera con Venezuela y la posible presencia allá de ‘Iván Márquez’ y ‘Santrich’…
Históricamente, Venezuela les ha dado apoyo a las organizaciones armadas ilegales en Colombia, pero, ahora con esta aparición de ‘Márquez’, no digo sorpresiva, pero sí un poco impensada en los tiempos, nos preguntamos por qué.
¿Podría haber un conflicto entre Colombia y Venezuela? ¿Cómo la interpreta?
Creo que tiene mucho que ver con la Asamblea General de las Naciones Unidas, en los próximos días, y tienen que ver también con la campaña electoral, nosotros vemos ahí un tentativo de arruinarles la campaña electoral a las Farc. Lo cual es bastante malicioso.
Y en medio está el drama del asesinato continuo de líderes sociales…
El tema de los líderes sociales se ha politizado, y forma parte de la exasperante polarización que impide incluso tocarlo con seriedad y encontrar solución, pero es cierto que nosotros vemos, sino un plan sistemático, una confluencia y una convergencia de intentos, con un objetivo común, que es desarticular las organizaciones sociales, impedir que haya una resistencia de la sociedad civil, una capacidad de reaccionar, y eso es un problema enorme para la democracia; sin líderes sociales no hay democracia.
En otro frente, hay tensión por las amenazas con misiles de parte de Maduro…
Las amenazas hay que tomarlas de donde vienen, es decir, con pinzas, y una cosa es amenazar y la otra es realmente ejecutar la amenaza. No podemos excluir, sin embargo, una hipótesis del conflicto, sea intencional o sea por escalada; sea porque se les va de las manos una situación, lo cual sería gravísimo para las dos naciones, y además para la paz mundial.
Autoridades, en ‘alerta máxima’ ante maniobras militares venezolanas, ¿A qué horas llegamos a esta situación?
Quizás la parte más triste es porque hay “una diplomacia del micrófono”. Las dos partes se han dedicado a amenazarse o a torearse. Caracas no tiene embajada en Bogotá y viceversa, y eso es grave. Además, el juego de pedir a las tropas venezolanas que deserten o que tomen partido por la oposición, o Maduro decir que apoya efectivamente a ‘Márquez’ o al Eln, y moviliza sus tropas, es un juego muy peligroso –aunque se haga para incomodar y para decir: “si tú me tocas, yo te toco”–, se puede ir de las manos.
¿Qué hacer?
Yo llamaría a la mayor prudencia a las dos partes y a tratar de, si no se puede oficialmente, al menos sí de forma informal, restablecer vínculos de comunicación para resolver los problemas concretos que la frontera nos está creando.
Este lunes, el colectivo Defendamos la Paz le envió una carta al Santo Padre para que vele por el proceso de paz y la implementación del Acuerdo, “amenazados hoy desde distintos flancos”, ¿Qué opinión tiene de esta carta?
Es legítimo que se dirijan a una autoridad moral de carácter internacional respetada por todos para lo que ellos consideran una urgencia, que compartimos en parte.
Tocando el tema central de la carta, ¿hay amenazas al proceso de paz?
No hay que desconocer algunas situaciones. Por ejemplo, el caso de ‘Iván Márquez’, pero más que él, el país debería apoyar a las 10.000 personas que hicieron a un lado las armas, que no han abandonado el proceso y que siguen apostando por él.
¿Qué cree que hay que hacer?
Varias cosas. Por ejemplo, dejemos de torpedear, dejemos esta actitud de francotiradores contra el sistema de justicia transicional. ¿Por qué? Porque de algún modo hay que hacer justicia, y este mecanismo fue el que se eligió. Hubo una decisión de Estado, se hizo. Ahora, hay que dejarlos actuar, dejar que muestren lo que valen y lo que pueden hacer.
Pero ¿no se les puede criticar a los integrantes de la JEP?
Por supuesto que hay que criticarlos cuando no hacen o cuando hacen mal las cosas, pero dejarlos actuar, no vivir permanentemente buscando reformas constitucionales. Ya no es el momento, y creo que lo de ‘Márquez’ nos dice que aseguremos los resultados que la paz ya nos dio.
¿Cuáles resultados?
Hay más de 100 municipios que dejaron de tener problemas de violencia, por ejemplo. Los índices de asesinatos y violencia han bajado, hemos tenido una elección presidencial relativamente pacífica para la historia de Colombia. Y hay, repito, 10.000 hombres que dejaron de matar, de secuestrar, de crear caos y violencia y están casándose, teniendo hijos, tratando de tener proyectos productivos, alejados de las armas. Creo que sobre eso es lo que hay que insistir.