Emaús, encuentro con la esperanza

En estos días cantamos alegremente la resurrección de Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Hemos caminado y reflexionado sobre la gloriosa Pasión del Señor. Con todo el pueblo cristiano repetimos: “Verdaderamente ha resucitado el Señor”.

La Pascua ilumina nuestra vida de fe, esta es la fiesta central de los creyentes y es el inicio de la misión de la Iglesia que tiene como tarea proclamar que su Señor y Salvador está vivo, como se canta, anuncia y celebra desde que en la Vigilia Pascual se enciende la luz de la vida y de la alegría que es Cristo. Es el anuncio más gozoso que podemos experimentar porque llena nuestra vida de luz y de alegría cristiana.

En este tiempo se repite el anuncio de la Victoria de Cristo, promesa de la victoria de los creyentes que tienen que ser en el mundo mensajeros de la justicia y de la verdad, portadores de un mensaje de fe y de consuelo, constructores de la paz con la que el Resucitado saluda a su Iglesia, a sus discípulos. Es cuanto Jesús transmite a sus discípulos, al aparecer por primera vez: “La paz sea con vosotros” (Juan 20,21-23).

El día de la Pascua de resurrección, los discípulos encuentran a Cristo, le escuchan y les llena el corazón de alegría y ellos le dicen claramente: ¡Quédate con nosotros! (Lucas 25, 29). Esto dijeron a Jesús unos discípulos suyos que iban en la tarde de Pascua a una aldea llamada Emaús.

Ese camino que recorrieron con Jesús aquellas personas se convierte para nuestra Iglesia en una propuesta de vida. Ellos, los Peregrinos de Emaús iniciaron su camino en el dolor. También hoy nosotros partimos de la realidad que vivimos para comprender que el Resucitado nos invita a vencer la desesperanza y a acoger la Palabra que anuncia y proclama que Cristo está vivo. ANUNCIAMOS A JESUCRISTO, vivo, resucitado, glorioso, Salvador y Redentor.

Una Iglesia que nace de la Pascua, que brota del costado abierto y glorificado del vencedor de la muerte, sigue caminando con la humanidad sembrando vida y sembrando paz.

La Pascua genera testigos -misioneros- que toman conciencia de su carácter de Bautizados y Enviados, hace de toda la Iglesia una comunidad viva de misioneros que salen a anunciar a todos que la muerte fue vencida y que el Señor “brilla sereno para el linaje humano” como canta el Pregón Pascual.

Nuestra Iglesia es sembradora de vida, de paz, de alegría. Hay que venir con Jesús a partir el Pan, es decir, a hacer que lo que celebramos en la Eucaristía se haga servicio, proclamación de la Palabra, conformación de comunidades que se construyen y se realizan mirando al Resucitado que quiere comunicar vida a cuantos siguen caminando a la sombra de su cruz victoriosa y de su triunfo sobre la muerte.

La lección de esta semana, la que vivieron aquellas personas que encontraron a Jesús, es que seamos familia de fe que vive en hechos concretos la Resurrección de su Maestro, trabajando por la unidad, construyendo puentes de fraternidad, renovando las acciones que nos hacen familia de Dios. Cristo vive y la muerte ha sido vencida con la fuerza del amor.

Los que hemos sido salvados por el amor del Salvador, victorioso Señor de la historia, no cesaremos de cantar hoy y siempre con la Virgen de la Pascua, con los discípulos del Señor: “resucitó de veras mi amor y mi esperanza” (Secuencia de Pascua).

Felices Pascuas de resurrección para todos los queridos lectores de LA VERDAD.

¡Alabado sea Jesucristo!

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