Por: Pbro. Carlos Fernando Duarte
Párroco Santa Mónica
Foto: Centro de Comunicaciones Diócesis de Cúcuta
En el Credo de los Apóstoles rezamos al final: …Creo en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Amen. Estos tres artículos están íntimamente conectados y podemos estudiarlos más fácilmente en el Catecismo de la Iglesia Católica en los numerales 976-1064, sin embargo, nos detendremos un poco en reflexionar sobre la importancia de orar por los difuntos o los muertos y qué sentido tiene; teológica y bíblicamente en qué nos apoyamos para realizar esta oración de intercesión por quienes han vivido la muerte de la carne.
En primer lugar debemos decir que como cristianos creemos en las promesas hechas por Nuestro Señor Jesucristo de que los que creyeran en él vivirían para siempre aunque murieran (Jn 11, 25-26). Sin embargo, no podemos olvidar que tenemos nuestra tendencia al pecado y aunque creamos en Dios y en sus promesas, muchas veces somos engañados por el maligno y caemos en el pecado, lo que hace que perdamos la gracia, es decir, la posibilidad de alcanzar el Reino del cielo prometido por el Padre.
Precisamente, siendo conscientes de esta realidad de pecado, nos damos cuenta que muchos hermanos no mueren en estado de gracia, mueren entonces en pecado, situación que les puede hacer perder la posibilidad de pasar a la presencia de Dios.
Digo que el pecado les puede hacer perder, porque hay unos que mueren en situación de pecado mortal, perdiendo toda posibilidad de salvación (Jn 5, 29; Dn 12, 2), pero hay otros que mueren en situación de pecado venial (que no hace perder totalmente la gracia), es decir, que aún pueden y les falta purificarse; ellos tienen la posibilidad de salvarse, pues creían en las promesas de Dios y trataron de vivir según su voluntad, y lo pueden lograr si nosotros hacemos oración de sufragio por ellos, es decir, una oración de intercesión pidiendo el perdón de sus pecados y darles así la salvación que esperaban y esperan.
Bíblicamente hay un texto bastante explicito que nos invita a orar por los muertos, para pedir por ellos el perdón de sus pecados y la resurrección; lo encontramos en el segundo libro de los Macabeos 12, 38-46. En este texto, Judas Macabeo, después de descubrir que muchos de los soldados de su ejército que habían muerto, tenían escondido bajo sus vestiduras objetos consagrados a los ídolos, cosa que era grave pecado para los judíos, comprende que ellos habían muerto en pecado, transgrediendo la ley del Señor y por tanto era necesario orarle al mismo Señor del cielo para que fueran perdonados o limpiados del pecado cometido.
A la vez pide a los demás integrantes de su ejército, alguna ofrenda para enviarla al templo de Jerusalén y que ofrezcan los sacerdotes un sacrificio por el pecado de los muertos en combate. Desde allí, muchos judíos ofrendaban al templo y cumplían sacrificios y oraciones pidiendo el perdón de sus muertos para que lograran alcanzar la resurrección.
Es claro que los muertos no pueden hacer ya nada por sí mismos, ya no pueden ni poner ni quitar para el bien de su alma, pero quienes quedamos en esta Iglesia Peregrinante en la tierra, podemos, siguiendo este ejemplo y escuchando la enseñanza de Cristo, orar al Padre para que en su infinita misericordia perdone a nuestros hermanos difuntos que murieron en situación de pecado. El mismo Señor Jesús nos dice: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá (Mt 7, 7-12). Por tanto, nuestra oración por los difuntos, nuestros sacrificios y ofrendas para que sea ofrecido el sacrificio maravilloso e invaluable de la misa por ellos, es no sólo cuestión de tradición, sino que bíblicamente está fundamentado.
Teológicamente, como lo decimos en el credo, creemos en la resurrección de los muertos, aspecto que proclamamos en el credo y con la cual afirmamos que al final de los tiempos los que hayan creído y vivido según la voluntad de Dios, obtendrán la vida eterna, vida en abundancia al lado del Creador y Señor del universo. Pues como dice el Catecismo de la Iglesia, «Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día» (CIC 989).
El deseo de Dios es salvar a todos los hombres (1Tm 2, 4), esa fue y es la misión de Cristo Jesús al encarnarse y asumir la condición humana, para levantarla y sanarla del pecado que produce la muerte, pero a la vez debe ser el deseo de cada cristiano, pues por amor a Dios y al prójimo buscamos tener los mismos sentimientos de Cristo y cumplir su misma misión, manteniendo la salvación recibida y ayudando a que aquellos más alejados de Dios por el pecado, la puedan aceptar y se salven. Debemos tener por tanto los mismos sentimientos de Cristo (2Fil 2,5) para con nuestros hermanos extraviados, ya que Él se abajó haciéndose uno de nosotros, para salvarnos desde nuestra misma condición, a través de su muerte en cruz por pura obediencia al Padre. Entonces, si Él ha hecho tal sacrificio por la salvación de los hombres, nosotros debemos buscar la manera de ayudar en este proceso de salvación, para que la gracia alcance a los hermanos muertos en pecado; y qué mejor que hacerlo con nuestras oraciones, plegarias y sacrificios, especialmente el de la Misa como sufragio por los difuntos.
También en la Patrística podemos encontrar muchos ejemplos y reflexiones relacionadas con este tema de orar por los difuntos, sin embargo quisiera simplemente mencionar uno; es el caso de Tertuliano (155-225), quien en escritos tales como: «De Corona Militis, donde pide que se ore por los difuntos, pues es una orden de los apóstoles; también en De Monogamia (Cap. X, P. L., II, col. 912) aconseja a una viuda “orar por el alma de su esposo, rogando por el descanso y participación en la primera resurrección”; además, le ordena “hacer sacrificios por él en el aniversario de su defunción,” y la acusó de infidelidad si ella se negaba a socorrer su alma» (primeroscristianos.com).
Todos estos elementos bíblicos, teológicos, la tradición y los Padres de la Iglesia, nos enseñan entonces que es fundamental y muy bueno orar por las almas de los difuntos, interceder con estas oraciones por el perdón de sus pecados para que reciban la gracia de participar en la gloria del cielo y puedan contemplar la Luz del Rostro de Dios.