En la homilía de la Misa que presidió este jueves 30 de noviembre en la Catedral St Mary en Rangún, Myanmar, el Papa Francisco desafío a los jóvenes con tres preguntas tomadas de la primera lectura que corresponde a la Carta de San Pablo a los Romanos.
En la primera lectura, dijo el Santo Padre, “San Pablo propone tres preguntas que yo quiero dirigir a cada uno de ustedes personalmente”.
La primera pregunta de San Pablo es: “¿Cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él?”.
“Nuestro mundo –dijo el Papa en su homilía en medio de un gran ambiente de recogimiento– está lleno de ruidos y distracciones, que pueden apagar la voz de Dios. Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él, necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar. Seguro que ustedes quieren ser genuinos. Pero solo el Señor los puede ayudar a serlo”.
Antes jóvenes llegados desde distintos puntos del país, así como de Vietnam, Camboya, Indonesia y Taiwán, el Pontífice los instó a hablar con el Señor “en la oración. Aprendan a escuchar su voz, hablándole con calma desde lo más profundo de vuestro corazón. Pero hablen también con los santos, nuestros amigos del cielo que nos sirven de ejemplo. Como San Andrés, cuya fiesta celebramos hoy”.
La segunda pregunta de Pablo es: “¿Cómo van a oír hablar de Jesús sin un mensajero que lo anuncie?”
Esta, explicó Francisco, “es una gran tarea encomendada de manera especial a los jóvenes: ser «discípulos misioneros», mensajeros de la buena noticia de Jesús, sobre todo para vuestros compañeros y amigos”.
“No tengan miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no se preocupen si a veces sienten que son pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces”.
La tercera pregunta de Pablo es “¿Cómo puede haber un mensajero sin que sea enviado?
“Al final de esta Misa, todos seremos enviados, para llevar con nosotros los dones que hemos recibido y compartirlos con los demás. Esto puede provocar un poco de desánimo, ya que no siempre sabemos a dónde nos puede enviar Jesús. Pero Él nunca nos manda sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros, para llevarnos a nuevas y maravillosas partes de su reino”.
El Papa alentó a los jóvenes a mirar a la Virgen María para seguir su ejemplo, llevando “a Jesús y su amor a los demás con sencillez y valentía. Queridos jóvenes, con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a su maternal intercesión”.