Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Obispo de Cúcuta (Colombia)
En nuestro país la Corte Constitucional, con la Sentencia 355 de 2006, abrió de una manera triste y contraria a toda decisión moral, de frente a la fe y al designio de Dios, la puerta para la realización del aborto, despenalizando su realización en Colombia. Ahora se presenta nuevamente ante nuestra sociedad la pretensión de abrir mucho más la puerta a la realización del aborto con decisiones que debe tomar la Corte Constitucional. Se siente un dolor profundo en el alma al saber el destino cruel al cual son entregados muchos niños no nacidos por este terrible crimen.
Es claro el precepto de Dios “No matarás” (Ex 20, 13). Es la voluntad del creador darnos el don de la transmisión de la vida, la posibilidad de “procrear” y cumplir con ese mandato de “poblar la tierra”, en las enseñanzas del Génesis (9, 7), el impedir el nacimiento de la vida humana es una actitud contraria al designio de Dios. En nuestra concepción del mundo y de la creación del hombre, este reconoce que ha sido creado por Dios, que ha salido de las manos del Altísimo: lo encontramos en el salmo 139, versos 13-16, “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”. El hombre ha sido creado maravillosamente de las manos de Dios, en su designio y voluntad y no puede este destruir, matar la vida de una creatura indefensa.
El derecho a la vida es sagrado. Nadie, en ninguna ocasión o circunstancia puede tomarse el derecho de terminar, destruir, impedir el desarrollo de la vida humana. El hombre ha salido de las manos de Dios, de su mano creadora y amorosa, que lo ha plasmado y ordenado en su condición de creatura –con cuerpo y alma- y que tiene todo un proyecto para ser imagen de Dios en el mundo.
La vida humana tiene que ser respetada. Todas las acciones del hombre, sus leyes, sus ordenamientos tienen que respetar y velar por la vida humana, por sus derechos y condiciones, de tal manera que siempre se propicie el fortalecimiento de sus condiciones de vida y desarrollo. Este es el panorama que nosotros los católicos tenemos que defender y propiciar en todo momento, en toda circunstancia.
Nuestros ordenamientos civiles y, concretamente las decisiones de quienes controlan el ejercicio y tarea de lo constitucional tienen y deben defender la vida, como lo plantea la Constitución de la República (concretamente el Artículo 11, defiende que el “derecho a la vida es inviolable”).
Son falsos muchos razonamientos que quieren presentar el aborto como una conquista y como un avance de las libertades en nuestra Patria. Tiene que respetarse la vida humana desde la concepción misma hasta el término natural de la misma. El inicio de la vida corresponde con la concepción, cuando en apenas una célula comienza la vida, según el plan amoroso de Dios. Allí todos y cada uno de nosotros, tuvimos el inicio de nuestra vida.
Muchos pretenden, con razones de civilidad, al establecer normas y determinaciones precisas, acabar con la vida humana. Consideran que al tomar estas decisiones han plasmado nuevos caminos de aplicación de las leyes civiles y de los presuntos “derechos” para las mujeres que son víctimas de hechos dolorosísimos y lamentables, que en ninguna manera podemos apoyar o defender. No podrían defenderse estas posiciones, pues la vida humana es sagrada y debe respetarse, apoyarse y defenderse en toda ocasión. Tenemos que preguntarnos cómo ayuda nuestro Estado a estas mujeres, pero no con el aborto, sino con ayudas materiales que garanticen esa vida y la puedan llevar a la adopción por parte de una familia constituida por un hombre y una mujer.
Sería necesario entender que, moralmente, el aborto “NO” es un derecho. Para nosotros desde la fe, y para los que respetan la conciencia y los principios éticos, terminar con una vida humana, destruirla, hacerla inviable, es un pecado y una falta gravísima que atenta contra la persona humana y sus derechos fundamentales.
En el caso de una violación, en este caso, un niño inocente y que no tiene culpa de la acción o hechos impropios de otra persona (violación) debería prevalecer la condición de indefensión de la creatura. De frente a hechos, leyes, acciones injustas nos queda en nuestra realidad jurídica la decisión por la objeción de conciencia. No podemos defender, apoyar, facilitar, realizar, acciones que van contra nuestra conciencia, cuando ella nos dice que no podemos actuar contra los principios de la fe o contra los designios y decisiones de la conciencia humana.
Debe respetarse SIEMPRE la vida humana. Las leyes injustas y las decisiones que se han tomado en forma equivocada deberían replantearse y reformarse, para defender al hombre, su dignidad y su ser como creatura de Dios. El sentimiento de muchos es defender la vida humana y no aceptar que se abran puertas al aborto. Reflexionemos y pidamos a Dios luces para aquellos que tienen estas altas responsabilidades, que no pueden estar lejos de los valores espirituales y los valores éticos “No matarás”. Oremos a Dios pidiendo que nuestra comunidad favorezca el cuidado y respeto de la vida humana.
¡Alabado sea Jesucristo!
P.D. Continuemos con nuestra oración por Venezuela, es necesaria en este momento de crisis. Cuánto necesitan los hermanos de este país fronterizo de nuestra oración y de nuestro recuerdo en la oración y en la Santa Misa. Conceda Dios la Paz a nuestras naciones.