Hemos venido celebrando año tras año la fiesta de preparación para la Navidad, pero estas a lo largo del tiempo han venido sufriendo una serie de cambios que en vez de mejorarla, le han quitado el sentido que tiene la preparación advental. Hoy se preparan para una fiesta totalmente pagana, mundana, donde el espíritu propio de este tiempo, ni se vive ni se siente y podríamos decir que hasta la palabra Adviento es extraña para la feligresía.
Tampoco podemos celebrar el cumpleaños del Señor Jesús porque ya trascendió de este mundo y su vida histórica terminó el día de la resurrección.
Tengamos en cuenta: Cada Aviento es una nueva oportunidad que Dios Padre nos da para prepararnos al encuentro personal con Él. Muchos que dicen ser cristianos católicos viven como si nunca se fueran a morir y viven desordenadamente sin importar si lo que están haciendo los está salvando o no. Es una indiferencia frente a Dios y frente a la salvación que da miedo. Todos nos vamos a encontrar con el Señor y por eso tenemos que vivir de tal manera que a la hora menos pensada venga el Señor por nosotros.
La palabra Adviento proviene del latín “Adventus” que significa venida. En un principio con este término se denominaba al tiempo de la preparación para la segunda venida de Cristo o parusía y no el nacimiento de Jesús como ahora lo conocemos.
El tiempo de Adviento posee un doble significado: Es el tiempo de preparación para Navidad, solemnidad que conmemora el primer advenimiento o venida del Hijo de Dios entre los hombres.
Y es al mismo tiempo aquel, que, debido a esta misma conmemoración o recuerdo, hace que los espíritus dirijan su atención a esperar el segundo advenimiento de Cristo, podríamos decir como un tiempo alegre de parusía.
Este significado del Adviento está orientado por las lecturas de los cuatro domingos los cuales encierra una serie de datos que podemos detallar a continuación:
Primer domingo: Mt 24, 36-44; Estar preparados consiste en vivir de talmanera que si la Segunda Venida de Cristo sucede hoy, nos encuentre en estado de gracia, en amistad con Él; nos encuentre viviendo como católicos comprometidos con nuestra fe.
San Pablo repite la invitación de Jesús oponiendo tres imágenes de pecado (noche, oscuridad, dormir) a tres de gracia (día, luz, despertar). San Pablo denomina «actividades de las tinieblas» (Rom.13, 11-14) a las comilonas, borracheras, actos de lujuria, desenfreno, riñas y pendencias. Actividades propias de aquellos que viven en la oscuridad del error y no se dejan iluminar por Cristo.
Las obras de la luz hacen referencia a la dignidad del ser humano, creado a imagen de Dios y redimido por Cristo.
Segundo domingo: “Según la mentalidad de ese tiempo, el desierto era el lugar donde tendría que empezar la revelación final de Dios… pero… nos preguntamos: ‘¿Por qué va Juan a predicar donde no hay nadie?…Porque esa palabra que resuena allá donde no hay nadie congrega oyentes. Juan no habla porque haya gente que escuche, sino que ‘grita en el desierto’ para que los oyentes acudan.
La conversión no es un episodio aislado que sucede una vez en la vida y ya, sino un continuo revisar las propias actitudes, pensamientos, palabras, etc. para adecuarlas a la voluntad de Dios.
Tercer domingo: El tercer domingo de Adviento, llamado in Gaudete, (de gozo) su nombre es tomado de un texto de san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). El gozo por la cercanía de Navidad se refleja en las flores de los templos, en la música y en las vestiduras litúrgicas, que por un día dejan el morado penitencial para transformarse en rosadas.
Cuarto domingo: Centrar la atención en la personalidad de José, su actitud ante el misterio de Dios y ante la misión que le es encomendada. José se muestra como lo que es: un hombre “justo”, un hombre “bueno”.
El “justo” se sitúa así ante Dios: se siente pecador, indigno, y se retira. Porque José es justo y bueno, se siente obligado a retirarse; no tiene derecho a retener a María como suya porque Dios ha tomado posesión de ella; no puede figurar como padre de la criatura que es sólo de Dios. Donde entra Dios personalmente haciendo de María objeto de su presencia y de su bendición, José no tiene nada que hacer y toma la actitud del que es “justo” y se siente indigno. De ahí lo renuente a recibir a María en su casa, pero Dios lo toma nuevamente y le hace ver que la grandeza de lo que hay en María es su propiedad y que por lo tanto él simplemente debe aceptar y lo hace como hombre justo que es.
Vivencia del tiempo de Adviento
Cristo nos ofrece la posibilidad de ser hijos de Dios pero, a menudo, nos preocupa más todo lo material de festividad pagana y mundana que de festividad litúrgica y espiritual. A mucha gente le preocupa donde pasar las próximas vacaciones, por eso la Iglesia, que conoce nuestra debilidad, nos enseña que este tiempo es para vivir nuestra identidad cristiana en la preparación hacia la Navidad con la Palabra de Dios, la Eucaristía, la oración, la vigilancia, la alegría espiritual, el compartir, de una manera plena como si nos estuviéramos preparando para la venida definitiva del Señor en su Parusía.
Necesitamos que Cristo venga a salvarnos, ya que no podemos nosotros mismos. Corremos el peligro de ser absorbidos por los afanes de este mundo y de olvidar cuál es el negocio más importante de la vida: La salvación. Por eso suplicamos a Dios que nos dé su sabiduría, para que sepamos reconocer a Cristo en cada una de sus venidas.
La alegría de saber que ese Dios viene de nuevo a nosotros nos llena de Esperanza. El deseo de prepararnos para recibirle bien por la penitencia, el sacrificio o el ejercicio de la generosidad y amabilidad con los que nos rodean reaviva nuestra caridad.
Según las normas universales del Año Litúrgico y calendario (NUALC) el Adviento comienza el domingo más cercano al 30 de noviembre (día de San Andrés) que es el inicio del Año Litúrgico; terminando con las vísperas de Navidad. Pero del 17 al 24 de diciembre la misma liturgia intensifica la preparación de los fieles desde la
Palabra de Dios para vivir los días de Navidad de acuerdo al siguiente esquema:
• Sábado 17 de diciembre: genealogía del salvador. Mateo 1, 1-17.
• 18 de diciembre: Cuarto domingo de Adviento ¡el prometido está a las puertas! Mateo 1, 18-24.
- Lunes 19 de diciembre: Anunciación del precursor. Lucas 1, 5-25.
- Martes 20 de diciembre: La anunciación de Jesús. Lucas 1, 26-38.
• Miércoles 21 de diciembre: La visita de la virgen a Isabel. Lucas 1, 39-45.
- Jueves 22 de diciembre: El magníficat. Lucas 1, 46-56.
- Viernes 23 de diciembre: Nacimiento Juan Bautista. Lucas 1, 57- 66.
• Sábado 24 de diciembre: Dios redime a su pueblo. Lucas 1, 67-79.
En este período más que fijarnos en la serie de hechos históricos que sucedieron antes del nacimiento de Cristo, se debe meditar en el misterio de la Salvación que en ellos se contiene.
De alguna manera este tiempo nos hace repasar el camino de la salvación, preparándonos para seguirlo. Estos hechos históricos narrados por el Evangelio estos días previos a la celebración navideña, reafirman nuestra fe.
*Artículo publicado originalmente en el Periódico de la Diócesis de Cúcuta ‘La Verdad’. Ed. 783. Por: Alberto Echeverri R. Pbro.
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