Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.
Caminamos en este mes de septiembre al ritmo del proceso evangelizador de la Iglesia en nuestra Diócesis de Cúcuta, pidiendo el don de la paz para nuestras familias y comunidades, con el lema del Plan Pastoral que dice: sean mis testigos, trabajen por la paz. Lo hacemos iluminados por la Palabra de Dios que nos permite renovar cada día nuestro caminar centrados en Cristo, “lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mis caminos” (Sal 119, 105), reconociendo en la Sagrada Escritura a Jesucristo luz del mundo que nos confronta y nos ayuda a discernir la voluntad de Dios.
Nuestra tarea evangelizadora consiste en compartir la Palabra de Dios con quienes no conocen a Jesucristo y también con aquellos que conociéndolo se encuentran tibios en su fe. Para cumplir con esta misión el Señor siempre nos renueva ese mandato para ir por todas partes, iluminados por el Espíritu Santo a comunicar el mensaje de salvación: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).
Con la fuerza del Espíritu Santo que viene sobre nosotros por mandato del Señor, nos llenamos de fervor misionero para evangelizar que es la tarea prioritaria de la Iglesia; como nos lo enseñó el Papa Francisco: “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización” (Evangelii Gaudium 110), que está contenido en la Palabra de Dios y por esta razón la fuente de la predicación y la evangelización se encuentra en las Sagradas Escrituras, que contienen a Jesucristo que ilumina nuestros pasos.
El llamado insistente que el Papa Francisco nos hizo es el fortalecimiento en la Iglesia de la conciencia misionera, que es el mandato de Jesucristo desde los orígenes “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 – 20), como una invitación a compartir la fe, la esperanza y la caridad con los hermanos, en todos los ámbitos y circunstancias en las que se encuentran las personas. A todos tenemos que llegarles con la Palabra de Dios (Cf. EG 14).
Con esto, todos los cristianos entendemos que la misión de la Iglesia de transmitir la Palabra de Dios, no puede ser algo opcional, ni un agregado a nuestra vida de fe, esperanza y caridad, sino que es el núcleo de nuestro ser cristianos; estamos llamados a comunicar como prioridad en nuestra vida. Se trata de participar en la vida y misión de la Iglesia, escuchando la voz del Espíritu Santo que nos ilumina la manera como debemos comunicar hoy a nuestro Señor Jesucristo. Así nos lo enseñó el Papa Benedicto XVI: “no podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita de este anuncio. El Señor mismo, suscita entre los hombres nueva hambre y sed de las palabras del Señor. Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia” (Verbum Domini 91).
Con este llamado que hizo Benedicto XVI a todos a participar en la misión de la Iglesia de trasmitir la Palabra de Dios por todas partes, invito a todos los bautizados, familias, parroquias, comunidades cristianas, asociaciones y movimientos apostólicos de nuestra Diócesis de Cúcuta a redoblar los esfuerzos por la evangelización y cada uno desde su carisma y don que ha recibido del Espíritu Santo se ponga en salida misionera, para transmitir la fe a otros que no conocen a Jesús, porque “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15). Sabemos que en esta tarea no estamos solos, pues el Señor mismo nos ha dicho que nos acompaña siempre en la misión: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20), por lo que no hay que temer ir a todas partes, aún donde podríamos ser rechazados por llevar a Jesucristo.
Se hace necesario para todos nosotros redescubrir la urgencia de anunciar la Palabra de Dios, para que el Reino de Jesucristo llegue y crezca en todos los corazones y familias de nuestras comunidades cristianas. Así lo enseñó el Papa Benedicto XVI cuando dijo que “la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo. Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” (VD 94).
Como creyentes en Cristo sigamos anunciando la Palabra de Dios por todos los confines de la tierra. Que este tiempo dedicado a la reflexión sobre la Palabra de Dios, fortalezca en nosotros la experiencia de Jesucristo, para salir a comunicar lo que hemos visto, oído y sentido por gracia de Dios. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen de nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con el mandato del Señor: “sean mis testigos por todos los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).
En unión de oraciones, reciban mi bendición.