El representante del Papa en este país, a su llegada a Cúcuta visitó el Centro de Migraciones Diocesano, donde celebró la santa misa con las personas allí albergadas. A quienes sufren el flagelo de la deportación y la migración forzada, les recordó que no están solos, “que la Iglesia que es Madre de todos y es Madre sin fronteras, los acoge y acompaña; además, ora y exhorta a un pronto encuentro entre los dos países, acompañado de voluntad de diálogo permanente y decisiones concretas, a largo plazo, que den prioridad a las personas”; además, “pide evitar las instrumentaciones políticas”.
El alto jerarca de la Iglesia Católica también visitó el Banco Diocesano de Alimentos, estructura pastoral a través de la que se ha canalizado parte de las ayudas que la Diócesis ha entregado a las familias deportadas, con el apoyo de diversas instituciones civiles – eclesiales de orden regional, nacional e internacionaly con el apoyo de decenas de bautizados de buena voluntad.
En el albergue de la universidad Francisco de Paula Santander, donde pudo acercarse un poco más a la compleja situación de los miles de colombianos que han tenido que salir de Venezuela dejando parte de su familia, empleo, amigos, vivienda, recordó que “para la Iglesia la gente viene primero y los que sufren vienen primero entre la gente; por esto, quiero llevarles la bendición del Papa, que les sigue, conoce vuestro sufrimiento y me ha encargado llevar su cercanía, oración y bendición”.
Finalmente, se encontró con los Medios de Comunicación de la región y visitó el santuario de Nuestra Señora de Chiquinquirá, ubicado en el barrio san Luis, de la capital nortesantandereana.
‘Un ejército de bien’
Así calificó el señor Nuncio Apostólico de Colombia el trabajo y acompañamiento de esta Diócesis a los 1.097 colombianos deportados de Venezuela, a través de la frontera Estado Táchira (Venezuela) / Norte de Santander (Colombia) y a las cientos de familias que han migrado del vecino país por temor.
“Como Nuncio en Colombia tengo el corazón agradecido y maravillado de reconocer que en este momento en el país todos somos cucuteños; todo el país está focalizado en acompañar, ayudar, lo que se está haciendo aquí. Además, como Nuncio también estoy agradecido con el señor obispo de Cúcuta, Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid, por lo que él esta liderando en la Diócesis con sus sacerdotes, diáconos, seminaristas, con los voluntarios;ustedes son un ejército de bien como lo es la Iglesia. Están liderando una acción de solidaridad, de caridad y de acompañamiento espiritual muy importante, porque cuando una persona es desplazada, deportada, no solo deja sus bienes, deja su corazón y pierde también un poco su equilibrio; por esto pienso que el trabajo que están haciendo es verdaderamente un trabajo integral”.
La visita del Monseñor Ettore Balestrero a Cúcuta se llevó a cabo el 14 de septiembre, en el contexto de la Semana del Migrante, en la que el Papa Francisco recuerda: «La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia».