Este 21 de septiembre, como colombianos celebramos el día de amor y amistad, y no solo debe ser celebrado con intercambios de regalos y chocolates, también debe ser un momento para dar gracias a nuestra pareja, familia y amigos, por la amistad y el amor que nos brindan a diario. Esto nos permite reflexionar ¿les hago saber a los míos cuánto les amo y cuán importantes son? O ¿simplemente vemos la oportunidad de demostrar una vez al año con detalles y actos lo importante que son?
En Colombia, desde 1969, se celebra el amor y la amistad en septiembre, meses después a la fecha mundial tradicional de “San Valentín” el 14 de febrero. Esta tuvo su cambio por motivos netamente comerciales.
Los comerciantes, según un artículo publicado en la época por la Alcaldía de Bogotá, estaban preocupados debido a que las ventas de “San Valentín” eran pocas, debido a que, en esa misma fecha, se daba inicio al ciclo escolar, por lo que no existían los recursos necesarios para cubrir ambas actividades. Ante los reclamos de los comerciales, el Gobierno Nacional dispuso en 1969, cambiar la fecha para septiembre, entendiendo que, en ese mes, no existían celebraciones importantes para el país.
Sin embargo, no debemos olvidar de dónde proviene esta celebración: de un santo de nuestra Iglesia Católica. San Valentín no es solo un nombre señalado para el 14 de febrero; precisamente, Valentín fue un santo emblemático, debido a que es venerado como el santo del amor y la amistad. Su historia, aunque envuelta en leyendas y tradiciones, ha inspirado a los fieles católicos a valorar el amor puro y sincero que se funda en la fe. A lo largo de los siglos, su ejemplo ha servido como un referente del sacrificio en nombre del amor, la valentía y la devoción, no solo hacia Dios, sino también hacia la humanidad.
¿Quién fue san Valentín?
San Valentín vivió en el siglo III, durante una época convulsionada del Imperio Romano, bajo el mandato del emperador Claudio II. Este emperador, conocido como Claudio el Gótico, enfrentaba serios desafíos para mantener el poder de Roma en medio de las guerras continuas. Ante la necesidad de un ejército fuerte y disciplinado, tomó una decisión que afectaría profundamente la vida de sus ciudadanos: prohibió los matrimonios entre jóvenes.
Claudio creía que los hombres solteros y sin familia eran soldados más efectivos, ya que no tenían distracciones ni compromisos emocionales que los mantuvieran alejados de la batalla. Esta decisión, sin embargo, fue una injusticia para muchas parejas enamoradas que deseaban contraer matrimonio. En este contexto, san Valentín, un sacerdote del año 270, se destacó por su compasión y valentía al ayudar a estas parejas a unirse en sagrado matrimonio.
San Valentín: defensor del amor desde Dios
San Valentín comprendía la importancia del amor en la vida de las personas y la santidad del matrimonio como un sacramento establecido por Dios. Por esta razón, desafiando las órdenes del emperador, comenzó a realizar ceremonias de matrimonio en secreto para jóvenes que deseaban unirse en sagrado matrimonio. Su decisión fue arriesgada y peligrosa, pues desobedecer al emperador en esa época resultaba en graves castigos.
El acto de san Valentín no solo desafiaba una ley injusta, sino que también demostraba una creencia profunda en el amor como una fuerza divina, que no podía ser limitada por leyes humanas. Para él, el matrimonio no era solo una unión legal, sino una expresión del amor de Dios manifestado en la vida de dos personas que deseaban compartir sus vidas. El santo entendía que el amor verdadero es un reflejo del amor de Dios por la humanidad, y su deseo más profundo era que las parejas pudiesen vivir esa realidad.
Su martirio: un sacrificio por el amor
El desafío que san Valentín presentó a las autoridades romanas no pasaron desapercibidas por mucho tiempo. Fue arrestado y llevado ante Claudio II, donde le exigieron renunciar a su fe cristiana y a su práctica de realizar matrimonios. Valentín, fiel a sus creencias, se negó a cumplir con las exigencias del emperador. Según algunas versiones de la historia, durante su encarcelamiento, incluso logró convertir a algunos de los oficiales que lo vigilaban y a sus familias, lo que enfureció aún más al emperador.
Finalmente, fue condenado a muerte por su desobediencia. Se dice que fue ejecutado el 14 de febrero, fecha que más tarde sería designada como el “Día de San Valentín”, en honor a su sacrificio y su contribución al amor. Su martirio se convirtió en un símbolo de la lucha por el amor verdadero y la libertad de vivir la fe cristiana sin temor a la persecución.
Un referente de amor y amistad
A lo largo de los siglos, san Valentín ha sido venerado como el santo patrono del amor, no solo entre parejas, sino también como un símbolo de amistad y caridad.
El amor que él defendió no era un amor superficial o efímero, sino un amor basado en la fe, en el respeto mutuo y en el compromiso. En un mundo donde muchas veces se distorsiona el significado del amor, su ejemplo nos recuerda que el verdadero amor es aquel que se sacrifica por el bien del otro, que es paciente, bondadoso y que no busca su propio beneficio, como lo describe san Pablo en su primera carta a los Corintios (13, 4-7).
San Valentín: un ejemplo para hoy
Su vida y su sacrificio siguen siendo un testimonio poderoso de la importancia de defender el amor verdadero, incluso cuando las circunstancias parecen estar en contra. Por tanto, no solo debe ser recordado por ser el santo del amor, sino por su valentía al defender los valores cristianos y su firme creencia en que el amor, cuando se vive desde Dios, tiene el poder de transformar vidas y sociedades.
Celebrar amor y amistad en nuestro país Colombia, es también recordar a san Valentín, aquel que celebró el amor verdadero que proviene de Dios y que llama a amar sin reservas.