Por: Fray Jhon Wilder Alarcón Hincapié, OP. párroco de San Martín de Porres
La carta de Santiago nos acerca a las denominadas cartas católicas, conformadas junto a las dos de Pedro, las tres de Juan y la de Judas, se les denomina católicas porque no están dirigidas a una comunidad específica como las cartas del Apóstol San Pablo, es decir participan de una de las notas identitarias de la Iglesia católica. El concilio de Trento (1545-1563) como respuesta a la negación de su canonicidad por parte del protestantismo definió la canonicidad de las cartas católicas.
El objeto de la carta de Santiago es exhortar a los cristianos a ser coherentes con la fe que profesan y dar testimonio con una vida ejemplar a través de las palabras y las obras, convirtiéndose de las malas acciones y reafirmando la esperanza en el regreso glorioso del Señor.
Composición de la carta
La carta se le atribuye a Santiago, pero este nombre puede corresponder a tres personajes conocidos del Nuevo Testamento: los dos apóstoles, el mayor y el menor, y el «hermano del Señor». De los dos primeros, es del todo improbable que alguno sea el autor. Al último, se le podría atribuir muy bien la autoría de la carta; sin embargo, una serie de razones, como el lenguaje y el estilo helenístico descartan la posibilidad de que lo sea. En la actualidad, muchos biblistas piensan que se trata de una obra pseudónima, escrita hacia finales del siglo I. El género literario del escrito es ubicado en la Biblia en el segmento de las cartas, pero en algunos casos se cree que su estructura es la de una homilía catequética dirigida a comunidades judeocristianas, para animarlas a vivir la fidelidad a la fe. En cuanto a los destinatarios no hay una comunidad específica, encontramos en el saludo una referencia a las doce tribus de Israel dispersas por el mundo (cfr. St 1, 1), lo que ha llevado a los biblistas a pensar que va dirigida a varias comunidades de origen judío que se han ido esparciendo en diversos pueblos.
La carta cuenta con cinco capítulos, donde se presenta una serie de temas con los que anima a la comunidad a través de exhortaciones morales a vivir en fidelidad a Dios, actuando conforme a la voluntad del Padre y sirviendo a los hermanos, con quienes camina hacia la eternidad en la espera gozosa de la venida del Señor, termina la carta con una exhortación final a orar unos por otros para salvar a todos de la muerte y conducirlos a la gloria. A continuación, se desarrollará algunas de las exhortaciones que presenta Santiago a las comunidades.
Pobres y ricos
“El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso si es exaltado, y el rico alegrarse cuando es humillado” (St 1, 9-10).
Santiago parte de la realidad que todos somos hermanos, somos iguales ante los ojos de Dios, además deja claro la opción que deben hacer las comunidades por los pobres, evitando las riquezas superfluas. Tanto como ricos y pobres deben sentirse valorados en la comunidad, todos deben servirse y amarse. La invitación del autor es evitar la exclusión de los pobres por sus carencias económicas, e invita a los ricos a no dejarse cegar por las posesiones de bienes temporales que los conviertan en una elite. Todos estamos invitados a volver a Dios conscientes de nuestra realidad y esperanzados de ayudarnos unos a otros.
Soportar la prueba
“Nadie en la tentación diga que Dios lo tienta, porque Dios no es tentado por el mal y él no tienta a ninguno” (St 1, 13).
El tema de la prueba representa una novedad no solo para las primitivas comunidades cristianas, sino para todos los hermanos que vienen del judaísmo, Jesús nos ha revelado que Dios, nos convoca para conducirnos a la perfección y mostrarnos su misericordia dando libertad al hombre de actuar conforme a su voluntad. Santiago libera a Dios de la responsabilidad de la maldad en la humanidad y devuelve al hombre la consecuencia de los actos. El hombre con frecuencia culpa a su entorno y al mismo Dios de sus malas decisiones; ejemplo de esto es cuando Eva come del fruto prohibido y responsabiliza a la serpiente de su curiosidad que desató la desobediencia del mandato de Dios (cfr. Gn 3, 13). Se entiende la invitación a soportar con fe las pruebas no como el gozo en el sufrimiento, sino como la invitación a vivir la historia con responsabilidad, asumiendo la consecuencia de nuestros actos. Jesús es ejemplo de cómo vivir la prueba en Dios; para Él, vivir a cabalidad la prueba es fruto de la obediencia perfecta al Padre, esta siempre concede la vida en abundancia; por el contrario, una vida marcada por la concupiscencia tiene como camino el pecado y como meta la muerte.
Fe y obras
“Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá salvarlo la fe?” (St 2, 14).
Santiago al igual que el Señor, invitó a la coherencia en la vida cristiana entre la fe y las obras (cfr. Mt 23, 3-5). En el desarrollo de la temática relacionada entre la fe y las obras, propone un equilibrio vinculado en lo que se cree y la manera en que se vive. Este aspecto en muchas ocasiones se ha querido separar o dar preponderancia a una sobre la otra. Santiago aborda la temática utilizando el recurso literario de la diatriba, -discurso que confronta a alguien o algo-, el texto comienza con una pregunta retórica que introduce el tema de la fe y las obras, estas deben entenderse desde la misericordia que propone el autor en el trato entre los pobres y los ricos. Nuestra condición de cristianos será reconocida por los otros por las obras de misericordia. El Apóstol San Pablo en la carta a los Romanos realza la fe en Jesucristo sobre las obras (cfr. Rm 3, 20).
Estos dos puntos de vista de los apóstoles Pablo y Santiago han sido explicados por los exégetas desde la maduración de las comunidades en el conocimiento del mensaje del Señor como de la vivencia de la Buena noticia en la cotidianidad de la vida.
Las discordias
“¿De dónde nacen las peleas y las guerras, sino de los malos deseos que siempre están luchando en su interior?” (St 4, 1).
En los primeros trece versículos del capítulo cuarto de la carta de Santiago se desarrolla los problemas que afectan a la comunidad, este tema se aborda en el mismo sentido en el que Santiago presenta la necesidad de entender que las pruebas vienen al hombre por sus malas decisiones, las discordias provienen de los malos deseos del corazón del hombre, los cuales no solo afectan su salvación, sino la de toda la comunidad.
El autor no se queda denunciando el pecado de los hermanos, también ilumina el camino que deben tomar para volver a Dios, el primer paso es humillarse ante Dios con dolor por los malos deseos, no hablar mal de los hermanos, ni juzgarlos (cfr. St 4, 10). Este apartado sigue insistiendo en la necesidad de ser coherentes entre lo que se profesa en la fe y lo que se vive cada día.
Oración por los enfermos
“Si uno de ustedes cae enfermo que llame a los ancianos de la comunidad para que recen por él y lo unjan con aceite invocando el nombre del Señor” (St 5, 14).
La parte final de la carta de Santiago presenta la oración como ayuda a los hermanos para vivir las exigencias de la vida cristiana con coherencia, soportando la prueba, evitando las discordias y fortaleciendo la comunidad. El autor da igual valor a la oración del justo, como a la oración comunitaria. La oración es fortaleza en el sufrimiento, es canto de alabanza en momentos de alegría, es capaz de sanar y levantar –resucitar– a los enfermos y tiene el poder de perdonar los pecados. En el versículo catorce del capítulo quinto Santiago enseña sobre la eficacia de la oración por la salud de los enfermos, manifestando que es un acto comunitario presidido por los ancianos de la comunidad, quienes oran junto a los hermanos por el enfermo y de este modo alcance la salud física y espiritual. La oración debe también estar dirigida hacia los hermanos que se desvían de la fe y que es necesario que retornen a Dios y a la comunidad.
La carta de Santiago sigue siendo un texto actual para la vida del cristiano, pero también para el crecimiento de las comunidades. El autor logra definir el compromiso que al interior de la comunidad se tiene para que todos vivan en coherencia, pero también para animarse y acompañarse unos a otros en este peregrinar hacia el día en que Cristo retorne.