Testigos de la tradición viva de la Iglesia

Por: Yhon Pablo Canedo Archila, formador del Seminario Mayor Diocesano San José

I. ¿Quiénes son los padres de la Iglesia?

El término “padre” hace referencia a quien en unión con una mujer en­gendra uno o más hijos, coopera en la generación de la vida. No obstante, en la antigüedad tenía otro sentido, se le llama­ba “padre” al maestro porque los alumnos eran considerados sus hijos, espiritual­mente engendrados, enseñados y acom­pañados en el crecimiento. San Pablo es un testimonio de este segundo significado cuando llama a los Gálatas “hijitos míos” 1, o le dice a Tito y a Timoteo “verdadero hijo 2”. Ahora bien, en palabras del actual magisterio eclesial los Padres de la Igle­sia: “se llaman con toda razón aquellos santos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcur­so de los primeros siglos. Son de verdad “Padres” de la Iglesia, porque la Iglesia, a través del Evangelio, recibió de ellos la vida. Y son también sus constructores, ya que por ellos —sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles, es decir, sobre Cristo— fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales 3”.

II. ¿Características de los padres de la Iglesia?

Estos testigos antiguos de la Tradición eclesial reúnen las siguientes cuatro ca­racterísticas 4:

  1. Rectitud de doctrina: aunque en la antigüedad no estaba todavía constituido el Magisterio de la Iglesia para distinguir entre ortodoxia y heterodoxia, no obstante, existían dos principios básicos: la Sagrada Escritura como Regula veritatis -Regla de la verdad- y la Tradición Apostólica como Regula fidei -Regla de fe-. La rectitud de doctrina la manifestaron en la interpreta­ción de la Sagrada Escritura bajo la autori­dad y la enseñanza de los apóstoles.
  2. Santidad de vida: en los primeros si­glos, el testimonio cristiano era probado por dos criterios: el martirio y la piedad. Los Padres de la Iglesia vivieron entre las persecuciones y el amor a la Sagrada Es­critura, oraron, memorizaron, respetaron, escudriñaron y se alimentaron de la Pala­bra de Dios escrita para afrontar las tribu­laciones. Incluso, ayudaron a conformar el Canon del Nuevo Testamento.
  3. Antigüedad: comprende los ocho pri­meros siglos del cristianismo, para Oriente san Juan Damasceno (+749) es el último “padre” de la Iglesia y para Occidente san Veda el Venerable (+735).
  4. Aprobación eclesiástica: es la Iglesia quien con la asistencia del Espíritu Santo determina cuál testigo de la tradición es llamado Padre de la Iglesia, por ejemplo, Bonifacio VIII declaró a san Jerónimo, san Ambrosio, san Agustín y san Grego­rio Magno como los grandes “padres” de la Iglesia de Occidente. Igualmente, san Atanasio, san Basilio el Grande, Gregorio de Nacianceno y san Juan Crisóstomo fueron nombrados como los grandes “padres” de Oriente.

III. ¿Importancia de los padres de la Iglesia?

La instrucción sobre el estudio de los “pa­dres” de la Iglesia en la formación sacer­dotal 5 manifiesta de forma completa la re­levancia de la Patrística que retomaremos resumidamente en este artículo:

  1. Testigos privilegia­dos de la Tradición: los “padres” de la Iglesia fueron los autores y pro­tagonistas para consti­tuir la tradición eclesial, por ejemplo, establecie­ron todo el canon de la Biblia, compusieron los símbolos de la fe, argumentaron contra las herejías escla­reciendo las verdades de fe y creando la teología, pusieron los cimientos de la dis­ciplina canónica, las primeras formas de la liturgia, las primeras exégesis sobre la Sagrada Escritura enfocadas a una práctica pastoral y las primeras catequesis cristia­nas. Incluso, para que una verdad de fe sea declarada y para la interpretación de la Es­critura se requiere el consentimiento uná­nime de los “padres” de la Iglesia. De he­cho, la enseñanza de los Padres garantiza la identidad católica para renovar la Iglesia durante la celebración de los Concilios.
  2. Método teológico: por una parte, los “padres” tuvieron como recurso siem­pre la Sagrada Escritura y el sentido de la Tradición, aunque las limitaciones por la falta de la ciencia filológica, histórica, antropología-cultural en comparación a la exégesis moderna no se puede negar y una parte de su trabajo puede considerarse transitoria, sin embargo, continúan siendo maestros por la forma religiosa en que in­terpretan y el respeto con que consideran la Sagrada Escritura, no se consideran los dueños sino los servidores. En segundo lugar, en medio de las propuestas de las diferentes corrientes ideológicas de aque­lla época, mantuvieron lo auténticamente cristiano, discernieron los valores y los limites ocultos de las culturas antiguas, se sirvieron de los conceptos y de los lengua­jes de los diversos pueblos para inculturar el Evangelio. En tercer lugar, defendieron la fe y ayudaron a especificar las verdades cristianas por medio de homilías, celebra­ciones litúrgicas y pastorales, mantenien­do la fidelidad al fundamento a la Sagrada Escritura, pero al mismo tiempo abiertos a las nuevas circunstancias contemporáneas. Y cuarto, en su misión teológica y pastoral permanecieron en la experiencia religiosa del misterio divino para evitar los extre­mos del racionalismo y del fideísmo.
  3. Riqueza cultural, espiritual y teológi­ca: los “padres” recibieron una increíble formación de la cultura griega y romana que utilizaron al servicio de la Evange­lización, espiritualmente su teología es profunda, alimenta la mente y llega al co­razón, se preocuparon por la oración dia­ria – familiar, el ayuno, la celebración dominical, las fiestas litúrgicas, la venera­ción de la Virgen María, las vigilias, los ágapes. Por este motivo, expresan un fervor misionero, la práctica de las obras de misericordia, la limosna, el cuidado de los más vulnerables, la educa­ción de los hijos, el respeto a la vida, la responsabilidad de las autori­dades estatales y el sacrifico del martirio.

IV. ¿Cuáles son los padres de la Iglesia más destacados?

Un testimonio relevante es san Clemente Romano y su ejercicio del primado roma­no después de la muerte de san Pedro en la epístola a los Corintios; también por ejem­plo, san Ignacio de Antioquía, su deseo de unión con Cristo y de vida en Él y su amor a la Eucaristía como fármaco de inmortali­dad; o la doctrina de la encarnación y de la muerte del Señor en la carta a los filipenses de san Policarpo contra la herejía docetis­ta; igualmente a san Justino y el uso de los conocimientos filosóficos para explicar la fe, el logos de la verdad total (Hijo de Dios e igual a Dios y nos redimió), el parale­lismo del Cristo-Adán y María-Eva, y el culto de los ángeles; por otra parte, encon­tramos la importancia de la Escritura y la Tradición, primado de Roma, unidad entre el antiguo y el Nuevo Testamento, la re­capitulación en Cristo de toda la creación, María como nueva Eva, el rol de la Iglesia y de los sacramentos para la salvación en su lucha contra la herejía gnóstica de san Ireneo de Lyon; o el aporte de san Cipriano que la Iglesia es el único camino posible de salvación, la doctrina sobre los sacra­mentos y su disciplina sobre los lapsos; o la fuente de temas litúrgicos en la obra de san Hipólito de Roma.

Así mismo, otro importante Padre de la Iglesia es san Atanasio con su claridad en la terminología teológica sobre la divini­dad del Verbo, la unidad personal de Cris­to, la necesidad moral de la redención, la divinidad del Espíritu Santo y procedencia del Padre y del Hijo en su defensa incan­sable contra los arrianos; o la teología Tri­nitaria y Cristológica de los Padres Capa­docios (san Basilio, san Gregorio de Nisa y san Gregorio Nacianceno); o las grandes catequesis de San Cirilo de Jerusalén ense­ñando la divinidad del Verbo y el Espíritu Santo y sobre los sacramentos; o el trata­do sobre el sacerdocio y la doctrina social de la Iglesia de san Juan Crisóstomo; la fijación del método teológico, el avance cristológico respecto al modo de unión de las naturalezas en la persona de Cristo y la profundización de la maternidad divi­na de María en san Cirilo de Alejandría; o san León Magno y su doctrina sobre la doble naturaleza de Cristo en la unidad de persona; o la enseñanza Trinitaria de san Hilario de Poitiers; o las obras morales, la clarificación en las relaciones entre estado e Iglesia, la creación de la liturgia ambro­siano de san Ambrosio de Milán; o las tra­ducciones, comentarios exegéticos de la Sagrada Escritura y la determinación del canon bíblico de san Jerónimo; o la asimi­lación y síntesis del pensamiento cristiano de la antigüedad, el establecimiento de los fundamentos de la especulación cristiana latina, el desarrollo de todos los temas, especialmente la doctrina Trinitaria, peca­do original, la gracia, la predestinación, la vida cristiana y sacramental de san Agus­tín; o san Gregorio Magno y su teología moral y caridad pastoral, y san Juan Da­masceno y su teología dogmática en la de­fensa contra la iconoclastia.

Si ahora queremos sintetizar la importan­cia de los “padres” de la Iglesia, parafra­seamos a san John Henry Newman para concluir que los “padres” de la Iglesia tienen relevancia en cuanto que son testi­gos y autores que testimonian la doctrina universalmente admitida en la Iglesia, son informadores honrados de las verdades de fe que la Iglesia cree desde siempre y en todas partes 6.

1. Ga 4, 19 también el apóstol Juan en 1Jn 2, 1.

2. Tit 1, 4; 1Ti 1,2.

3. JUAN PABLO II, Carta Apost. Patres Ecclesiae, 2 ene. 1980: A.A.S. 72 (1980), p. 5.

4. Hernández Ibáñez, J., A., Patrología didáctica, ed. Verbo Divino, pág., 19s.

5. Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, 17 – 43.

6. Newman, J. H., Discussions and Arguments II, citado en Quasten, J., Patrología I, pág. 11s.

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