En el mensaje titulado ‘Fortalezcan sus corazones’, el cual fue presentado en la mañana del 27 de enero, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Sumo Pontífice recuerda que “la Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente, pero sobre todo es un “tiempo de gracia”.
“La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los Sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26)”.
En su mensaje, el Papa afirma que “para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón”.
En este sentido, insiste que “tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios”.
En definitiva, pidió “un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”. De ese modo, “tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
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