La celebración jubilar, que inició a las 9 de la mañana con un encuentro fraterno entre Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid y el clero diocesano, seguido de un momento penitencial y la celebración de la Santa Misa, se llevó a cabo en la parroquia de San Antonio de Padua, una de las cinco Puertas Santas, abiertas en esta Iglesia Particular.
“El Jubileo de la Misericordia, en este Año Santo, quiere ponernos en la novedad de la presencia de Dios en la historia de los hombres, ofreciendo gracia y vida, para que entremos en el tiempo de Dios y en su espacio”, señaló el obispo durante la celebración eucarística, en la que también explicó que “en este Año el Señor nos ofrece el perdón, la misericordia, una forma concreta de servicio para los fieles, pero también para nosotros, sacerdotes, quienes debemos vivir este Tiempo de Gracia”.
De otra parte, el obispo insistió a los sacerdotes en la necesidad de “volver la mirada a nuestro primer amor, reconociendo, como San Juan María Vianney, la importancia de la oración, el ejemplo, la entrega y el desgaste con caridad por el rebaño que el Buen Pastor nos ha confiado”.
Finalmente señaló, “podríamos acercarnos, queridos sacerdotes, a Jesús de muchas maneras, con muchos métodos, pero tenemos que acercarnos a Él con la fe, únicamente con la fe. Y nuestra vida sacerdotal no es una vida llena de caprichos, no es una vida de mi pensamiento, de mis decisiones, de mi forma de comprender, ¡no!, es entrar en el misterio de Cristo y comprender la profundidad de su mensaje, de su propuesta de vida, redención y salvación”.