La profecía de la caridad

En estos días hemos podido vivir unos momentos de particular importancia para nuestra Diócesis de Cúcuta. En un momento concreto de nuestra historia hemos vuelto los ojos hacia la frontera que compartimos entre Colombia y Venezuela, tal vez nos habíamos acostumbrado al horizonte y las líneas de las montañas, también a los gestos y a la rutina de nuestra cercanía y fraternidad.

Somos hermanos que comparten familia, sangre, costumbres, comportamientos. Cosas sencillas, como atravesar un puente o exhibir unos documentos, se convirtieron algo casi imposible para muchos. Un tránsito normal se convirtió en una proeza.

Tenemos ahora, delante de los ojos, situaciones muy dolorosas para personas humanas, hermanos nuestros –colombianos y venezolanos que sufren profundamente en nuestra ciudad, por las decisiones de los Gobernantes de Venezuela. Ellos han sido deportados o puestos en condiciones   de tener que regresar a nuestra Patria sin sus bienes, con sus derechos humanos conculcados. Son muchos los que sufren en estos días, tanto quienes han regresado, como quienes han permanecido en Venezuela.

Esta situación excepcional nos ha permitido experimentar una dimensión que es muy importante para la fe, como lo han experimentado muchos a lo largo de los siglos. La fe en Jesucristo comporta asumir en la vida el mandamiento del amor que Cristo nos ha dejado, antes de padecer y sufrir en la Cruz y de resucitar para salvarnos.

El amor, la caridad, el servicio, hacen parte fundamental de la vida Cristiana, son su contenido  fundamental y la manifestación precisa de su concretización en la vida. En estos días hemos servido caritativamente a muchos hermanos: los laicos de las parroquias de Cúcuta, los miembros de los Comités parroquiales de pastoral social, los seminaristas del Seminario Mayor San José, los Diáconos, los sacerdotes todos nos hemos puesto al servicio de los que sufren.

En la frontera misma, en las orillas del Rio Táchira, en los albergues, en los templos y capillas de “La Parada”, son muchas las manos que han entregado agua, han entregado implementos de aseo,   han entregado un plato de sopa caliente para dar fuerza a quienes están necesitados. También la Palabra de Cristo ha resonado con toda su fuerza en las Celebraciones de la Eucaristía, en la predicación y en la palabra de consuelo para estos hermanos.

Así, de forma concreta, cuando podemos vivir la caridad, hacemos de verdad cuanto Cristo quiere de nosotros. Nos ponemos al servicio de los hermanos, como Cristo el Divino Maestro, lavamos los pies a quienes sufren y vienen llenos de polvo, de hambre, fatigados del camino por el sufrimiento.

El servicio, la caridad y el amor vividos de esta manera se vuelven entre nosotros profecía de la   caridad, caricia de Dios para cada uno de estos hermanos que sufren. Lo que hemos vivido y   estamos viviendo es una profunda escuela de las enseñanzas de Cristo. El Papa Benedicto XVI nos    decía muchas veces que la caridad nos hace “Testigos creíbles del Evangelio de Cristo”.

Gracias querida Iglesia de Cristo en Cúcuta por vivir la caridad y el amor a los hermanos que sufren. Ánimo, necesitamos de ustedes para seguir siendo profecía viviente del Evangelio de Cristo. Oremos al Señor por estos hermanos que sufren.

¡Alabado sea Jesucristo!

 

Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid

Obispo de Cúcuta

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