El Triduo Pascual

 

De esta manera, la eucaristía del Jueves inaugura ya el misterio de la Pascua porque tiene carácter anticipatorio. Existe pues, un paralelismo  con lo que hizo Jesús cuando se disponía a emprender su camino a la Pasión. Lo que iba a hacer históricamente en la cruz, lo hizo ritualmente en la cena de despedida y encargó que se celebrara en la eucaristía, en memoria de su entrega pascual, hasta el final de los tiempos.

El Viernes Santo es el primer día del Triduo. Empezamos a celebrar en plenitud el misterio ya inaugurado con la eucaristía del Jueves Santo: el acontecimiento de la muerte salvadora del Mesías y el nacimiento de su comunidad, la Iglesia, “del costado de Cristo en la Cruz.

El Viernes es el día de la muerte aunque está cargado de esperanza. Nosotros sabemos que esta Cruz termina en vida.

El Sábado es el segundo día del Triduo, un día de  meditación y silencio. Este día se encuentra en el corazón del Triduo Pascual, entre la muerte del Viernes y la Resurrección del Domingo.

El Domingo, es el tercer día del Triduo Pascual y a la vez el primero del cincuentena Pascual, o sea, de  “la Pentecostés”, entendida como el espacio de siete semanas de prolongación de la Pascua, que se concluirá con el día “quincuagésimo”, en griego, Pentecostés.


Tiempo Pascual

El Tiempo Pascual comprende cincuenta días, vividos y celebrados como un solo día: «los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran Domingo».

El Tiempo Pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del  Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducido en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés.

Durante este tiempo cantamos “Aleluya” que significa alegría, porque sabemos que Cristo está vivo y nos acompaña en los buenos momentos y también en las dificultades, enfermedades, dolores y pérdidas de cada día, ayudándonos a descubrir en medio de ellas los signos de vida, aquello que nos ayuda a comprenderlas y superarlas.

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