Por: Pbro. Diego Eduardo Fonseca Pineda, director del Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta
Al comienzo de este nuevo tiempo que el Señor en su infinita misericordia nos concede, tenemos la tendencia de revisar, pero también de proponernos, desde aquella capacidad humana de autorregulación, nuevas actitudes que suponemos nos van a traer frutos y resultados positivos para nuestra vida o nuestra familia.
Nos ponemos en las manos de Dios, como siempre, para que esta nueva oportunidad que Él nos está regalando, un año nuevo, sea la ocasión de continuar creciendo y logrando todos aquellos proyectos que hemos iniciado y que queremos alcanzar, claro está, si están en la voluntad de Dios. No debemos olvidar en esta carrera del año 2023 y ante la cual muy seguramente al finalizar diremos: “pasó volando” que, aunque el Señor no se presente en cosas estrepitosas, siempre está en lo humilde, en lo sencillo, en el silencio y en todo aquello que creemos que es una obligación que suceda.
En algunas ocasiones tenemos la falsa creencia que la salud, la vida y las cosas ya establecidas deben seguir sucediendo; y ante tal situación, olvidamos que suceden porque son una bendición de Dios. Por eso que una de las actitudes que asumamos este año, sea la de agradecer en todo momento por lo rutinario, por lo que siempre sucede, ya que viene directamente de Dios; y aunque le demos ese apelativo de rutinario, debemos empezar por reconocer que han sido realidades que tenemos por generosidad de Dios, pero también gracias al trabajo permanente que realizamos, en cualquier ámbito, y que nos han permitido alcanzarlas como virtud, por eso son permanentes de nuestra vida.
Dado lo anterior, y tratando de enfocarnos en agradecer y vivir según la voluntad de Dios, puede aparecer la tentación de un pensamiento que tiene que ver con la frase: “¿para qué seguir luchando si las cosas van a seguir igual?”, porque reconocemos que hay males en el mundo que no van a cambiar.
Ante esta situación, debemos recordar que pareciera que la humanidad ha insistido en seguir un camino lejos de Dios, rechazándole de manera frontal, y ante ello el Señor nos deja -siempre parado en la puerta esperando que volvamos donde Él-, para que veamos los resultados y descubramos que definitivamente sin Él no podemos avanzar; prueba de ello lo podemos encontrar en la historia de salvación, cuando el pueblo de Israel se dejaba llevar por el camino de la idolatría y terminaba muy mal; o casos concretos de la historia de la humanidad, cuando personas y países decidieron rechazar directamente el amor de Dios y su acción en nuestra vida, y terminaron muy mal. Consideraron, engañados por el espíritu del mal, que evadir la relación con Dios y dejar de cumplir sus mandamientos, era el camino más fácil y menos pesado para encontrar la “felicidad”, y al contrario de todo, encontraron fue sufrimiento y tristeza.
El tema de la evasión, resulta ser una actitud humana, que la persona asume cuando siente temor, cuando se cree incapaz o cuando conoce que lo que tiene que asumir demanda trabajo, esfuerzo y dedicación. En algunos seres humanos, aparece, pero muy leve; en otros, tiene una fuerza que ha ido ganando durante años y que pareciera que desafortunadamente determina el estilo de vida de algunos. En un ejemplo concreto podríamos referirnos a una tarea complicada, que requiere de trabajo y dedicación, pero que se va posponiendo con el tiempo al punto que nunca se realiza.
Por eso, si evadimos a Dios, o alguna “batalla” que debimos librar, durante el año 2022, hoy es el momento propicio para que llenos de ánimo y mirando hacia atrás, descubramos que Dios está con nosotros, y que ha hecho una obra admirable en nosotros. Y que, si emprendemos una lucha, para acercarnos más a Él, o para mejorar en nuestra vida, Él nos va acompañar y nos va a sostener.
Hay un libro en la Sagrada Escritura que tiene un estigma de misterioso o complicado, se trata del libro del Apocalipsis o de las revelaciones de san Juan; está al final de la Biblia y realmente requiere de una contextualización para poderlo comprender, pero que al final, como todos los libros sagrados, son Palabra de Dios y tienen un mensaje actual y transformador para nuestras vidas. Nos referimos a este libro, porque en las tantas imágenes que tiene, de criaturas y escenas extrañas, de batallas o guerras, enseña en el fondo sobre la necesidad de afrontar todas las realidades que se presentan en nuestra vida, siempre con la ayuda de Dios que es fiel y que sostiene a quienes en todo tiempo lo han buscado y se han esforzado por cumplir su voluntad.
Este libro sagrado nos pone delante de una realidad que hemos venido mencionando y es ¿nos presentamos ante las batallas o nos evadimos de ellas? Todos sabemos que de eso se compone la vida: de adversidades, situaciones inesperadas, problemas, calamidades y sufrimientos; pero también de momentos de felicidad y de gloria. Entonces, si sabemos de lo que se compone la vida, por qué seguir sin enfrentar las batallas que nos corresponden. Recordemos que no se puede dominar una realidad sin antes vencerla, por eso tomemos ánimo desde el amor que Dios nos tiene, que nos ha demostrado y tengamos presente que el Señor nunca nos va a abandonar y que en la medida en que nos confiemos a Él, este año vamos a librar batallas que nos van acercar más a Él y que nos van a hacer mejores personas.
Queremos terminar con tres citas que nos ayudan a tener claro todo lo anterior: la primera del libro del Apocalipsis 7, 14: “Esos son los que vienen de la gran persecución; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero”.
La segunda del padre Scupoli, en el libro ‘El combate espiritual’: “ante el furor, el odio inextinguible y el gran número de las escuadras y los ejércitos enemigos [considera] más bien que es infinitamente mayor la bondad de Dios y el amor con que te ama y que son muchos más los ángeles del cielo y las oraciones de los santos que combaten a favor nuestro”.
Y la tercera y última, del dramaturgo y poeta inglés William Shakespeare: “Dulce es el fruto de la adversidad, que, como el sapo feo y venenoso, lleva en la cabeza una preciosa joya”.
Que el Señor nos continúe guiando en este año que hemos iniciado.