Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta
Babel, en la Sagrada Escritura, es lugar de confusión y desorden, donde la prepotencia, orgullo y egoísmo del hombre lo condujeron a creer que podía construir una torre para llegar hasta el cielo, olvidándose que el camino era la vivencia de los mandamientos.
En Babel todos hablan y nadie se entiende, todos mandan y nadie obedece, todos gritan y nadie hace silencio, se exige justicia y honestidad mientras se comulga con la injusticia y la corrupción, se pide hablar con la verdad mientras se difunde la mentira. En Babel no hay espacio para el diálogo y la concertación, todos buscan imponer sus ideas a costo de lo que sea. En Babel la mente y el corazón del ser humano se embotan de tal manera que, le es imposible reconocer en el otro al hermano, sólo ve adversarios a los que tiene que vencer, porque los considera una amenaza.
Colombia, tierra consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, no puede ni debe ser la Babel donde el miedo venza a la confianza, el odio al amor, la violencia a la paz, la división a la unidad. El Santo Padre Francisco nos ha dicho que es en la fraternidad y con la solidaridad como lograremos vencer juntos la pandemia de la COVID-19, que, por estos días, entre otras cosas, ha encontrado en las aglomeraciones de personas presentes en las movilizaciones y protestas, espacios para su rápida propagación.
Volvamos a reunirnos en una sola casa como lo hicieron los discípulos de Jesús que, sin perder la fe y la esperanza en las palabras de su Maestro, perseveraron en la oración, en la fracción del pan, y en el ejercicio de la caridad. Esa casa común es Colombia, lugar donde debe darse el Pentecostés, donde la presencia del Espíritu Santo nos una a todos y transforme la confusión en comunión, tienda puentes para el encuentro y derribe los muros de la indiferencia, del odio y de la violencia.
Con un nuevo Pentecostés, los colombianos llenos del Espíritu Santo, seremos capaces de comprender la lengua de todos, pues hablaremos la lengua que hombres y mujeres entienden sin importar raza, credo o clase social: el lenguaje del amor, del perdón, la reconciliación y la paz. Este nuevo lenguaje nos permite sentarnos a dialogar para escucharnos, reconocer con humildad que, en determinados momentos, por tratar de construir una torre a nuestro capricho y antojo para sentirnos más fuertes y vernos más altos que los demás, hemos olvidado el sentido de ser hermanos y la importancia de construir el bien común.
Es el momento de pedirle al Espíritu Santo que así, como se posó en cada uno de los apóstoles, encienda en cada colombiano el fuego de su amor, indispensable para asumir con valentía y decisión el compromiso de trabajar juntos por la transformación de un país que necesita un proyecto integral de vida en el que se respete la dignidad del ser humano y se promueva el desarrollo de los pueblos.
Este avivamiento, llenará nuestros corazones de fe y esperanza, hará posible que lo torcido se enderece, lo escabroso se allane, los adversarios se den la mano, y la búsqueda del bien común sea responsabilidad y compromiso de todos.
De Babel son los capítulos negros de la historia de Colombia que se repiten cuando los colombianos se alejan y no aceptan la voluntad de Dios, al contrario, construyen torres gigantes que terminan desmoronándose y aplastando en su caída a los más débiles e indefensos. En cambio, Pentecostés es una nueva creación con líneas en blanco para escribir a la luz del Espíritu Santo los nuevos capítulos de los colombianos que se reconocen hijos de un mismo Padre y se hacen conscientes de que, si permanecen en el amor que Jesucristo les enseñó, vencen al pecado que genera caos, dolor y muerte, para vivir en la gracia que produce abundantes frutos.
En unión de oraciones, reciban mi bendición.