Por: Pbro. Javier Alexis Agudelo Avendaño.
Parroquia Santa Teresa de Calcuta. Foto: Cortesía
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
La Comunión Espiritual es poco conocida y poco practicada, sin embargo, es un manantial especial e incomparable de gracias y bendiciones. Por medio de ella muchas almas alcanzaron su perfección espiritual. Urge una catequesis para explicar esta antigua devoción y animar a los fieles a desear ardientemente recibir al Señor en el Santísimo Sacramento.
La Comunión Espiritual es una oración con la que el fiel católico expresa el deseo de recibir a Jesucristo en la Eucaristía sin afectar materialmente la comunión sacramental, es decir, sin recibir la forma consagrada. Se utiliza sobre todo como una preparación para la Santa Misa o en los casos en los que es imposible acudir a ella. La Comunión Espiritual, tiene su origen natural en el vehemente deseo de las almas de recibir al Señor eucarísticamente y no ser esto posible, en el momento o circunstancia indicada. En cuanto a su origen histórico, la Comunión Espiritual es muy anterior al Concilio de Trento (1545) en el cual ya se hacía referencia a ella alabándola y exhortando a los fieles a practicarla.
Para Santo Tomás de Aquino, “La comunión espiritual consiste, en un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se lo hubiera ya recibido.” El efecto o las consecuencias de recibir la Comunión Espiritual, pueden ser para el alma las mismas que la recepción eucarística, con la diferencia que solo se recibe el Espíritu, pero no el cuerpo material del Señor.
¿Qué se dice desde el Derecho Canónico en relación con la Comunión Espiritual?
El Derecho de la Iglesia, el Derecho Canónico, tiene como una de sus finalidades fundamentales sanar, reparar, arreglar lo que está desarreglado. Y todo ello como expresión de la fidelidad a la finalidad del Derecho en la Iglesia: la salvación de las personas. La persona se constituye así en el centro de la preocupación del Derecho. La misión de Jesucristo en la tierra fue salvar a la humanidad, aniquilando del hombre el pecado que lo había apartado de Dios.
Esta misión, encomendada por Cristo a los Apóstoles (Mt 28, 18.20; Lc 24, 44-49; Jn 20, 22ss; Hech 1, 7ss), se sigue desplegando por medio de la Iglesia hasta el final de los tiempos.
Siendo la salvación de las almas (Salus Animarum) la ley suprema en la Iglesia y la finalidad última de las leyes, el ordenamiento canónico y la disciplina eclesiástica deben responder a la voluntad de Dios de salvar al género humano, valiéndose de los medios que estén a su alcance.
Sin embargo, en relación con la Comunión Espiritual no dice absolutamente nada por cuanto que es una preocupación más de tipo pastoral de la Iglesia que de carácter disciplinar. En razón a esto el Código de Derecho Canónico (CIC) en el can, 918 contempla entre las obligaciones de los pastores de las almas se encuentra la de procurar que los fieles se alimenten frecuentemente de la Santísima Eucaristía (Conf. c. 528 §2) preferiblemente (intra missam) dentro de la misa.
Pero téngase presente, que existen circunstancias en las que los pastores de almas no pueden cumplir con esta preocupación pastoral, o porque los fieles están impedidos por el ordenamiento canónico como es el caso de una persona que viva en unión libre, o porque existen circunstancias ajenas a la voluntad del pastor como es el caso de la crisis que vivimos por el Covid 19. Para ellos debemos fijarnos en las normas pastorales o en la doctrina de la Iglesia frente al tema de la Comunión Espiritual.
¿Cuándo hacer la Comunión Espiritual?
Siempre es posible hacer la Comunión Espiritual, inclusive durante varias veces en el día. Algunos fieles acostumbran a hacerla al momento de despertar, y también antes de ir a dormir. Hay algunas personas que se dirigen a la Misa en el templo, y allí la practican. Así como otras lo hacen en la misa que se transmite a través de la televisión, o como lo estamos haciendo actualmente por los diferentes medios de comunicación y redes sociales.
El Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1416 expresa que la Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que refuerza los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo. La recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, y la configura como cuerpo místico de Cristo.
Para hacer una comunión espiritual que nos permita alcanzar la gracia de la Eucaristía, lo primero es tener un gran amor al Señor y un gran deseo de recibirlo y, sabiendo que no es posible recibirlo físicamente, disponerse a recibirlo espiritualmente. Lo segundo es que la persona le pida a Jesús que venga a su corazón. Puede pedírselo con sus propias palabras, o puede emplear una bella y conocida oración, escrita por San Alfonso María de Ligorio, que se ha utilizado durante siglos con esa intención: “Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el Cielo y en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, Te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti”. Amén.
Puede hacerse siempre. A diferencia de la Comunión física, que sólo puede recibirse una vez al día, máximo dos (y la segunda, por razones justificadas y sólo en Misa), la Comunión espiritual puede hacerse varias veces al día. Hay quien acostumbra ir a Misa entre semana y si un día no puede ir, hace la Comunión espiritual. Hay quienla hace cuando ve la Misa por televisión (lo cual no sustituye la obligación de asistir a Misa, pero es un recurso que permite los ancianos y enfermos que no pueden salir, sentirse de algún modo unidos espiritualmente a quienes participan de la Misa, escuchar las Lecturas, unirse en las oraciones, y hacer la Comunión espiritual).
Y, desde luego, hay quien asiste a Misa el domingo y por alguna razón no puede comulgar físicamente, por lo que recurre a la Comunión espiritual. En la situación actual de la pandemia que vivimos la Comunión Espiritual se puede hacer a través de los distintos medios de comunicación siempre y cuando se tenga en cuenta lo dicho anteriormente.
La Comunión Espiritual y los medios de comunicación
Frente al avance del COVID-19 en el mundo, diversas parroquias y capillas ofrecen la transmisión de la Santa Misa en vivo a través de las redes sociales como modo de vivir la liturgia, aunque sin la posibilidad de recibir la comunión sacramental. Pero la vida de unión con Cristo va mucho más allá de eso.
En consonancia con las autoridades sanitarias de distintas partes del mundo, varias Conferencias Episcopales han suspendido la celebración de la Eucaristía con presencia de fieles como una medida preventiva para evitar aglomeraciones de personas y, por ende, focos de contagio.
En este contexto, la tecnología y la creatividad son un gran aliado: en las redes sociales abundan las propuestas para seguir la misa vía streaming (transmisión en vivo), a través de sitios web, cuentas de Facebook, Instagram y YouTube. Pero ¿en tiempos del COVID-19 se puede practicar la Comunión Espiritual? La respuesta es: sí.
En los lugares donde se ha tomado medidas extremas para evitar la propagación del COVID-19 las Iglesias han cerrado las puertas. Sin embargo, la Iglesia misma no ha cerrado sus puertas, especialmente en nuestros hogares, la «Iglesia Doméstica». Este es el espacio para redescubrir la práctica de la oración en familia y el crecimiento espiritual.
En muchos templos se sigue celebrando la Eucaristía, sin fieles presentes. Si bien estos no están presentes físicamente, sí están vinculados con nosotros por medio de la internet, como comunidad de oración unida, participando con la Comunión Espiritual. Los animamos a compartir la Eucaristía, con la Comunión Espiritual, a través de los medios de comunicación como por ejemplo en la Emisora Vox Dei. En los nuevos areópagos, y según las modalidades adecuadas a cada uno de ellos, hay mucho espacio para difundir la espiritualidad católica. En cierto sentido, vale recordar aquí lo que escribía San Juan Pablo II al hablar de la actividad misionera de la Iglesia: “El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformádola -como suele decirse- en una «aldea global». Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales”. (Encíclica Redemptoris Missio, nº 37).
Para estos momentos de crisis mundial en que la fe de los cristianos se pone a prueba, los medios de comunicación se han convertido en ese canal por el cual podemos mantener la Comunión. Demos gracias a Dios por su existencia y aprovechemos que están a nuestro alcance para seguir compartiendo la fe y la comunión con Cristo.