Oremos por las vocaciones

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

Con mucha esperanza y alegría aprovecho la oportunidad que me brinda el Periódico La Verdad para entrar en sus hogares y reflexionar sobre un tema de vital im­portancia para nuestras comunidades, el tema de las vocaciones sacerdota­les.

Este domingo, 3 de mayo 2020, el Santo Padre FRANCISCO nos ha convocado para realizar la 57ª Jor­nada Mundial de Oración por las Vocaciones.

El Señor Jesús, estableció que en la Iglesia se perpetuará su presencia, con la figura de los sacerdotes, que en su nombre, “in persona Christi Capiti”, en la persona de Cristo cabeza, presi­dieran la Iglesia y, especialmente, ce­lebraran la Santa Misa, en la cual por la acción y palabras de los sacerdotes se repiten los gestos y las acciones de Jesús, regalándonos su Cuerpo y su Sangre. La Palabra y la acción de Cristo se hacen presentes en su Iglesia en la figura de los sacerdotes.

El Santo Padre FRANCISCO en estos días, con un mensaje publicado el 8 de marzo de 2020, nos invita a orar por las vocaciones. Tanto por los llamados al sacerdocio, como por aquellos invi­tados por el Señor a la vida religiosa.

Esta Jornada llega a su 57° año de realización, una ocasión en la que to­dos, como comunidad de fe, elevamos nuestra oración a Dios, pidiéndole que nos regale muchas y santas vocacio­nes para su Iglesia.

En este Mensaje que el Papa nos rega­la, nos quiere dirigir la atención hacia “las palabras de la vocación”, en una reflexión serena y sentida sobre el tex­to del Evangelio de san Mateo, en el capítulo 14, de los versos 22 al 33.

El Papa FRANCISCO, siguiendo su forma de enseñar y predicar, hace uso de cuatro palabras, sobre las cuales di­rige y orienta su reflexión para animar esta Jornada: dolor, gratitud, ánimo, alabanza.

En un escenario muy bello y suges­tivo, como es el Lago de Tiberíades, en el cual se relata el movimiento de Jesús a la orilla oriental de este mar interior de agua dulce, el Santo Padre hace un símil con la situación actual del mundo, con el camino de la exis­tencia del hombre y de la Iglesia: “En efecto la barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportu­nidades del mar, aunque también an­hela recibir del timonel un cambio de dirección que la ponga finalmente en el rumbo adecuado. Pero a veces pue­de perderse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro lumi­noso que la conduce a puer­to seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores”.

En este momento, el Papa invita a los jóvenes y a la Iglesia a abandonarse en las manos de Cristo, a decidirse, a pasar a la otra orilla, “abandonando las propias seguridades” para seguir las huellas de Cristo.

El seguimiento de Cristo no es algo pacífico, fácil, descontado, comporta generosidad y entrega, vientos con­trarios donde la barca es sacudida por olas. Este viaje es presentado por el Papa como un “viaje difícil”, pero en el cual no estamos solos. El Señor hace el camino anticipadamente, ca­minando sobre las aguas, para acom­pañar a Pedro, evitando que se hun­diera y calmando el viento, para subir la barca. La vivencia de la vocación en este mundo, en las limitaciones ac­tuales, es la primera palabra, “dolor”.

En segundo lugar, nos lleva a vivir y leer la palabra “gratitud”, en refe­rencia a la navegación, a las tareas y rutas encomendadas en la vida. Dice el Papa: “nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son resultado matemático de lo que deci­dimos dentro de un “yo” aislado, al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señor quien nos concede en pri­mer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte tam­bién en nuestro timonel para acom­pañarnos, mostrándonos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indeci­sión y hacernos capaces de caminar incluso en aguas agitadas”.

Jesús invita a los discípu­los a no tener miedo, los tranquiliza y les da segu­ridad (versículo 27). Es la referencia a la palabra “ánimo”. De frente a la llamada de Dios, podemos entrar en crisis, podemos sufrir buscando la respues­ta al Señor, es la gran pre­gunta que cada uno se plan­tea en su vida, dice el Papa: “¿será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo a mí?”.

El Papa en su mensaje nos invita a te­ner valentía y nos asegura su presen­cia, su compañía, dejando aparte el desaliento. Dice el Santo Padre: “Toda vocación implica un compromiso. El Señor nos llama porque quiere que seamos como Pedro, capaces de “ca­minar sobre las aguas”, es decir, que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en los modos concretos y cotidianos que Él nos muestra, y especialmente en las distintas formas de vocación lai­cal, presbiteral y de vida consagrada. Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores”

Este Mensaje quiere ser una palabra de aliento y de fuerza para que oremos todos por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que pese a nuestras falencias y nuestras limitaciones siga­mos sirviendo al Señor. Esta Jornada tiene que invitarnos a orar intensa­mente al Señor en nuestras familias y comunidades para que nos conce­da muchas y muy santas vocaciones y, también, tiene que hacer entrar en la reflexión y el encuentro con el Maes­tro a muchos jóvenes para que respon­dan con alegría al llamado de Dios que se repite en la historia y el tiempo, en sus vidas concretas.

El Papa nos invita a desarrollar y cul­tivar una actitud interior de respues­ta a Dios, como la Virgen María, que “abandonó sus miedos y turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alaban­za al Señor”.

Los animo a todos a orar por las vo­caciones, a pedir a Dios por tantos jó­venes que en nuestra Iglesia particular están respondiendo al Maestro en su escuela que es el Seminario Mayor San José de Cúcuta y los ocho semi­naristas que se forman en Roma. Ellos necesitan nuestra oración y nuestra ayuda para responder generosamente al Señor.

¡Alabado sea Jesucristo!

Scroll al inicio