Hoy es la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y Santo Custodio de la Iglesia

Cada año, el 19 de marzo se celebra en la Iglesia Católica la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María. José por gracia de Dios, ocupa un lugar fundamental en la fe, puesto que Dios le concedió el privilegio y la bendición de estar junto con María Santísima, y, por consiguiente, vivir con Jesús, su hijo durante gran parte de su vida. San José tenía la gran misión de ser cabeza de la Sagrada Familia y de cuidar con amor y ternura a María y Jesús.

Foto tomada de la Web

San José ha sido honrado con numerosos patronatos debido a la responsabilidad que le fue confiada, la cual cumplió de manera completa. Uno de los más significativos es el que ejerce sobre toda la Iglesia: el Beato Papa Pío IX declaró a San José como el «Patrono de la Iglesia Católica» a través del decreto Quemadmodum Deus, emitido el 8 de diciembre de 1870. Esta designación se debe a que José fue el guardián del mismo núcleo de la Iglesia, el hogar en Nazaret.

Dice la Escritura que el ángel le habló en sueños a José, Varón Justo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Es así como Dios quiso que el amor que guardaba el corazón de José cubriera a la Virgen al punto de elegirla como esposa sin importar ninguna circunstancia, siempre fiel y creyente a Dios.

Su comportamiento refleja una actitud contemplativa, razón por la cual se le identifica como el ‘Santo del Silencio’. Es notable el contraste entre lo que se esperaba de él y lo poco que se menciona en los relatos bíblicos. Además, nunca se registra ninguna palabra pronunciada por él en los Evangelios, lo cual es digno de mención.

También es importante mencionar cómo, a pesar de sus dudas y temores iniciales, la apoyó durante todo su embarazo, como lo haría un buen esposo. Poco después del nacimiento del niño, sintió angustia al no encontrar un lugar adecuado para el nacimiento de su hijo adoptivo, quien sería nada menos que el Salvador de la humanidad.

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