La Transfiguración del Señor: “Levántense; no tengan miedo” Mt 17, 7

Por: Pbro. José María Castro Almanza, p.s.s. Rector Seminario Mayor San José de Cúcuta

En el contexto de la fiesta de la Transfiguración del Señor el día 6 de agosto, la liturgia nos propone el texto del Evangelio de san Mateo 17, 1-9. Este texto tiene en los Evangelios sinópticos sus respectivos textos paralelos en Marcos 9, 2-8 y en Lucas 9, 28-36. Esta manifestación de Jesús y el testimonio del Padre en relación con su elegido, en el Evangelio de san Mateo está puesto después del primer anuncio de la Pasión 16, 21-23 y de las condiciones para el seguimiento de Jesús 16, 24-28.

La manifestación de Jesús transfigurado se dirige a los discípulos y Jesús escoge a tres de ellos (Pedro, Santiago y su hermano Juan) que estarán en otros momentos especiales de su ministerio para que sean testigos de este glorioso momento (los mismos discípulos lo acompañan en el milagro de la resurrección de la hija de Jairo Mc 5, 37 y en la agonía en el huerto Mt 26, 37). Posterior a este texto de la Transfiguración encontraremos otra referencia a la venida de Elías y un segundo anuncio de la Pasión, que nos propone el Evangelio de san Mateo.

Este texto de la Transfiguración muestra entonces su profunda relación con los misterios centrales de la Pasión y de la Resurrección, al que el mismo Jesús hará referencia: “No cuenten a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos” (Mt 17, 9).

Si colocamos nuestra atención en los personajes que participan en el texto, está Jesús y sus discípulos, representados por los tres que le acompañan. Pero la visión de la que son testigos trae otros personajes muy importantes en el relato: Moisés y Elías, en el contexto judío, estos dos son grandes representantes de la mayor parte de la experiencia de Israel como pueblo elegido, Moisés la ley y Elías el profetismo, dos grandes experiencias en la conformación del pueblo.

Moisés y Elías dos grandes amigos de Dios, Moisés contempla en la distancia, desde el monte Nebo la tierra prometida, nadie hasta hoy ha conocido su tumba (cfr. Dt 34, 1ss). Elías es arrebatado al cielo al final de su misión, en un carro de fuego, con caballos de fuego, Elías subió al cielo en la tempestad (cfr. 2 R 2, 1ss). Ahora estos dos personajes aparecen junto a Jesús en esta visión. Jesús está en el centro de la revelación de la ley y del profetismo, como culmen de la revelación para el nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia.

Lugar privilegiado para la experiencia de Dios en el Antiguo Testamento, es la montaña, la nube, el esplendor, la luz, el sol. Todos estos signos nos hacen pensar en las diversas manifestaciones del Señor al pueblo en su historia. El Evangelio de san Mateo nos presenta en medio de dos anuncios de la Pasión, una visión de la gloria de Jesús, que solo será comprendida en plenitud a la luz de la resurrección por sus discípulos testigos privilegiados.

Escuchar el testimonio del Padre: “Este es mi hijo amado en quien me complazco: escúchenlo” y escuchar la voz de Jesús que anima a los suyos: “Levántense; no tengan miedo”, debe ser para todos nosotros una experiencia de consuelo, de fortaleza, de cercanía de esperanza. El texto Sagrado ya nos da la clave de la experiencia de los discípulos, teniendo cerca el anuncio y la experiencia de la pasión, de la cruz, Jesús se manifiesta transfigurado para animar y fortalecer a los suyos. Nosotros en este tiempo de gracia experimentando la Pasión de cerca en la enfermedad, en la muerte, en la separación de los unos con los otros, estamos llamados a contemplar a Jesús transfigurado, que alienta a los suyos, llamados a ser testigos cercanos de su manifestación en este tiempo.

Para todos, esta experiencia de pandemia por la COVID-19 se convierte en tiempo de prueba, pero es también tiempo de una experiencia profunda de fe con la persona de Jesús. El rostro transfigurado de Jesús se manifiesta en el prójimo cercano, enfermo, familiar y vecino, transfigurado por la enfermedad, la misericordia de Dios sale a nuestro encuentro en el rostro transfigurado de quien alivia y consuela al enfermo; el amor cristiano sale a nuestro encuentro en el rostro del amor fraterno y caritativo de quien comparte el pan con el hambriento.

No podemos desesperarnos en el camino de la Pasión, Jesús nos muestra el consuelo y la fortaleza para animar a los suyos: “Levántense; no tengan miedo”, en el camino de esta historia Jesús sale a nuestro encuentro y anima y fortalece nuestras debilidades. La última palabra no la tiene la enfermedad y la muerte, sino la esperanza que es el mismo Señor Jesús, triunfa sobre la muerte.

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