San José, esperanza de los enfermos

“Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros”, es una de las letanías de san José, -las cuales destacan su importante mi­sión en el plan Divino de Salvación-. En estos tiempos de pandemia, recu­rrir a san José, como esperanza de los enfermos, provee una poderosa ayu­da ante los quebrantos de salud.

Y es que, si Dios quiso al castísimo san José para liderar sus planes, ¿cómo la humanidad no va a confiar en quien cuidó al Salvador del mundo? Jesús reconoció a José como padre, por lo que, los cristianos están llamados a acogerlo como su padre espiritual. De­nominado como el más grande de los santos (después de María) y declarado el 8 de diciembre de 1870, protector de la Iglesia Universal, por el Papa Pío IX, san José atiende las súplicas de los enfermos e intercede ante Dios para que les conceda paciencia y tolerancia para soportar los males físicos.

Uno de los más grandes testimonios de la intercesión de san José, es el de Santa Teresa de Jesús, de Ávila, fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos, quien siendo muy joven pasó por los traumas de una enferme­dad que la hacían sufrir intensamen­te y la dejó parcialmente paralizada, hasta que acudió al custodio de la Sagrada Familia y este le atendió, alcanzando de Dios para ella, la sanación. Se dice que una de las más bellas descripciones acerca del pa­triarca, son las palabras de Santa Tere­sa en los relatos de su vida:

“Tomé por abogado y protector al glorioso san José, y encomiéndeme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con más bien de lo que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las mara­villosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventu­rado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que, así como le fue sujeto en la tie­rra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glo­rioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios”. (Santa Teresa de Jesús #6).

Santa Teresa repetía: “Parece que Jesucristo quiere demostrar que, así como san José lo trató tan suma­mente bien a Él en esta tierra, Él le concede ahora en el Cielo todo lo que le pida para noso­tros. Pido a todos que hagan la prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es ser devotos de este santo patriarca”. Es así, como santa Teresa se convir­tió en una de las más grandes propagadoras de la devoción al hombre justo.

La intercesión de san José ante la enfermedad tam­bién fue protagonista en Bytown (antiguo nom­bre de Ottawa, Onta­rio, Canadá) en 1847, cuando una epidemia de tifoidea azotó a toda su población. El cape­llán del templo donde la comunidad se reunía, ubicó allí una imagen de san José, y milagro­samente, el mal empezó a desaparecer. Ha sido la esperanza en tiempos de enfermedad; en el mundo no se han alcanzado a es­cribir todos los favores y milagros que el más santo ha concedido, gracias al entrañable amor que lo conecta direc­tamente con Jesucristo.

El canadiense André Bessette (1845- 1937), de la congregación de la Santa Cruz, fue portero del colegio Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Que­bec, cumplía también con el oficio de sacristán y otras labores de servicios generales; donde permaneció duran­te 40 años, pero además aprovechó la cercanía con la fe, para fortalecer su devoción a san José, la cual le dejó su ma­dre desde niño. Siempre le decía a la gente que no separaran su amor a José del de María y de Jesús, pre­sente en la Eu­caristía. Se le atañen milagros curativos, ya que ordenaba a los enfermos ha­cer una novena a san José, con­fesarse y comul­gar; además de esto, él rezaría personalmente a san José por su curación. Quie­nes pedían la ayuda de André, se llevaban con­sigo una meda­lla de san José, la cual debían frotar con aceite de lám­para que tenía frente a una imagen del patriarca, donde los aquejara el dolor.

En 1904, el religioso inició la cons­trucción del Oratorio de San José de Monte Real, actualmente es Basílica Menor y Santuario Nacional en la ciu­dad de Montreal, provincia de Que­bec. Es el mayor templo de Canadá y tiene una de las cúpulas más grandes del mundo. El hermano André, como era conocido, fue declarado venera­ble en 1978; el Papa Juan Pablo II lo beatificó en 1982; y fue canonizado en 2010 por el Papa Benedicto XVI.

Oremos a san José, por la intercesión de los enfermos y el fin de la pandemia del coronavirus

 

José bondadoso, el Hijo de Dios puso su vida en tus manos.

Con la Virgen María, nuestra Santa Madre,

cuidaste del Niño Jesús, fuerza de vida en nuestro mundo.

 

Que tu compasión abrace nuestra fragilidad

y nos brinde el consuelo de la divina presencia.

San José amoroso, nos unimos a ti en oración y clamamos:

Señor Jesús, Hijo del Dios Vivo, ¡encárgate de nuestra sanación!

 

Haznos sensibles a la enfermedad

de aquellos que están cerca de nosotros.

Apóyanos en nuestros esfuerzos

para cuidar de nuestros hermanos y hermanas enfermos.

 

 Danos valor para pelear en contra de todo mal.

Ayúdanos a encontrar el sentido

dentro del gran proyecto de Dios

para la humanidad más allá de la enfermedad

y del sufrimiento que nos ciega.

 

Que el amor de Dios esté con nosotros

porque nuestra única esperanza es junto a Él.

Oramos a través de la intercesión de San José a Jesucristo,

Nuestro Señor y Salvador. Amén.

San José, Esperanza de los enfermos, ¡ruega por nosotros!

 

Fuentes:

– Santa Teresa de Jesús, la Santísima Virgen y san José. www.corazones.org

– San José, el más santo de los santos: Milagros de San José. www.tengoseddeti.org

– Oraciones para los 33 días de consagración a José. www.unleashthegospel.org

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