Entrevista al nuevo Obispo de Tibú: «Lo recibo en fe y en obediencia»

Foto: Cortesía

La Santa Sede dio a conocer el pasado vier­nes 5 de noviembre, el nuevo nom­bramiento del Papa Francisco para Colombia. Se trata del padre Israel Bravo Cortés (del clero de Cúcuta), como Obispo de la Diócesis de Tibú.

La Diócesis de Cúcuta agradece al Señor por este nombramiento, fruto de un proceso de formación y arduo trabajo pastoral en esta Iglesia Parti­cular, que se refleja en esta designa­ción como sucesor de los Apóstoles en tierras del Catatumbo, al padre Israel.

Entrevista para el Periódico La Verdad

La Verdad: ¿Creció en un hogar tradicional cristiano? ¿Cómo nace su vocación?

Pbro. Israel Bravo Cortés: Mi vo­cación nace porque vengo de una fa­milia muy cristiana; mi mamá siem­pre fue muy de Dios y con mi papá siempre íbamos a misa juiciosos to­dos los domingos a las nueve de la mañana a la parroquia San Antonio de Padua (Cúcuta), en la cual me vincu­lé como monaguillo y participaba en los movimientos juveniles de infan­cia misionera, que acompañaba con mucha fuerza las Hermanas de Jesús Buen Pastor, llamadas Pastorcitas, a quienes les agradezco mucho su tes­timonio de vida. Entonces, con todas esas experiencias empecé a fortalecer mi vida cristiana, queriendo servir con generosidad y entrega al Señor.

L.V.: En qué fecha fue ordenado sa­cerdote para la Diócesis de Cúcuta, ¿qué significó para usted?

P.I.B.C.: Me ordené el 1 de febrero de 1998; yo había hecho un proceso vocacional trabajando en la parroquia San Antonio de Padua; siempre me gustó la misión; en mi juventud, hice misión en Agua Clara, en lo que hoy es la parroquia Vicente Ferrer (juris­dicción de Tibú). Trabajé mucho con Monseñor Luis Alejandro Jaimes y con el padre Alonso Molina. Enton­ces, al ser ordenado sacerdote, mi es­píritu misionero tenía sed de servicio. Mi primer servicio como presbítero fue al lado del padre Pedro Alejan­drino Botello Ortega en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, ya que tradicionalmente, los que se ordena­ban, iban allí a hacer una especie de escuela.

A finales de 1998, el párroco de la parroquia vecina (San Judas Tadeo) estaba en una situación difícil, enton­ces Monseñor Rubén Salazar Gómez, me pidió que asumiera como admi­nistrador parroquial y luego en el año de 1999, párroco. Trabajé con mucha entrega, y haciendo frente a la violen­cia originada por los grupos paramili­tares. Era difícil, porque cada sema­na amanecían muertos en las calles, entonces realicé un arduo trabajo de acompañamiento. Me hace muy feliz saber que muchos de los fieles laicos de la época siguen vinculados al tra­bajo pastoral.

L.V.: ¿Cuáles otros servicios pastorales ha tenido al frente?

P.I.B.C.: Estuve encargado de la pas­toral de medios de comunicación, y junto al padre José Elver Rojas He­rrera, empezamos una renovación, lo­grando que estas herramientas fuesen auto-sostenibles.

Cuando Monseñor Jaime Prieto Ama­ya asumió como Obispo, me envío a abrir camino en la Arquidiócesis de Bogotá; allí, en el año 2012, realicé estudios de Maestría y Filosofía, y ayudé en el proceso de consolidación de la parroquia San Martín de Porres, pero en el 2014, el nuevo Obispo, Monseñor Julio César Vidal Ortiz, me dijo que necesitaba que yo estu­viese como formador en el Seminario Mayor. Luego me nombró párroco de San Luis Gonzaga y ahí ya llevo siete años.

Al llegar Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, me pidió que le ayu­dara en la Vicaría General y aunque no tenía mucho conocimiento en el asunto, yo recordaba a Monseñor Luis Alejandro Jaimes, quien fue Vi­cario General de varios Obispos y so­lía decir que, si lo necesitaban, él lo hacía, entonces tomé su ejemplo y va­lor. Este cargo lo cumplí respetando y valorando la vida de cada hermano.

L.V.: Ya son 25 años de ministerio sacerdotal, ¿cuál experiencia lo marcó?

P.I.B.C.: Todas me han marcado, he tratado de vivirlas con intensidad. To­das han sido decisivas, les he puesto el corazón y la vida. En todos lados he tratado de dejar un pedacito de mi corazón a donde voy. Aunque hablan­do de experiencias que marcan, hace mucho tiempo tuve una experiencia espiritual que marcó mi vida, cuando estuve estudiando en Europa, hice los ejercicios de san Ignacio en Loyola, y eso me ayudó a redefinir y tener en el corazón esta frase del capítulo 21 de san Juan que me toca profundamente: Dime Señor por dónde, que yo solo me pierdo. Y he tratado de preguntar­le a Él por dónde ir, siempre con algo de temor y temblor, pero estoy en un seguimiento sincero y honesto.

L.V.: ¿Qué representó para usted estar al frente de la Vicaría General?

P.I.B.C.: Yo puse mi mejor esfuerzo y traté de encontrar en cada sacerdote un hermano. Lo malo de estos cargos es que, al acompañar ciertos proce­sos, a uno le toca tomar decisiones y hablar con claridad, y a veces la clari­dad incomoda. Pero se trató de hacer el trabajo con la mayor honestidad y decencia. De hecho, le escribí unas pequeñas palabras a la Diócesis de Tibú y allí está mi sentir, les digo que simplemente soy un siervo y eso trato de hacer.

L.V.: ¿Qué mensaje le deja al clero diocesano?

P.I.B.C.: Hay que seguir adelante, yo siempre les dije que no buscaba ser Obispo, pero así asumo la vida cris­tiana y los encargos, sin buscarlo, si me dicen que hay que hacer algo, yo lo medito y oro, como lo hacía Jesús en la montaña, de la mano de Dios Pa­dre. Entonces los invito a seguir ade­lante, espero que salgan más sacerdo­tes misioneros y Obispos, porque esta Iglesia de Cúcuta está fortalecida.

L.V.: ¿Cómo recibe este nuevo encargo que le ha concedido el Papa Francisco?

P.I.B.C.: Lo recibo en fe y en obe­diencia, porque no hay otra forma. Yo estaba tranquilo, sereno, en un escri­torio y me llaman y me dicen esto, y yo bueno… lo pienso, medito y oro, y en el nombre de Dios, haré lo que Él me diga. Lo asumo con temor y temblor, porque soy humano, sé que no debo tener miedo porque voy con Dios. Suelo tener fama de acelerado, pero con esto sí me tomé el tiempo para escuchar al Señor y pedirle cla­ridad.

L.V.: ¿Cuál será la tarea más urgente por realizar en la Diócesis hermana de Tibú?

P.I.B.C.: Ciertamente me duele el abandono del Estado en estas tierras, y la gran cantidad de cultivos ilíci­tos, esto es una realidad nueva para mí. Pero la tarea más urgente ya está definida en los capítulos 5 y 25 del Evangelio de san Mateo. Predicaré la caridad y buscaré la dicha del Señor; trabajaré por la justicia y la paz y me uniré al trabajo que los sacerdotes de esta jurisdicción ya han venido reali­zando.

L.V.: Un mensaje para los fieles bautizados de la Diócesis de Cúcuta

P.I.B.C.: Les invito a leer la Palabra, como ya contaba, me identifico mu­cho con el capítulo 21 de san Juan, ese ha sido el texto que más me gusta y cuando me siento perdido, lo busco y leo. Eso es lo que Dios me pide, que cuando parezca que la vida va mal y que todo va a cambiar, Dios nos sor­prende pidiéndonos hacer un nuevo intento. Aquí he sido feliz en cada cosa que me han pedido.

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